Siempre

Siempre

viernes, 23 de agosto de 2013

Puebla y congojas ajenas

Pues resulta que una servidora se unió al grupazo de sus amigazas de la preparatoria para ir a Puebla. No es que eligiéramos esa ciudad como destino turístico en especial o por algún interés, sino que tres de ellas, que viven allá y siempre vienen a las fiestuqius aquí a la capital nos invitaron. Pues allá vamos, unas en sus camionetas, otras en sus coches, y yo en el autobús con una patrulla de diez muchachas. Corto se nos hizo el camino por ir cotorreando alegremente y llegando allá comenzó la fiesta desde el momento en que nos recogieron en autobús mágico hasta la despedida. Fue como cuando jóvenes y solteras viajábamos en bola: padrísimo. Hubo de todo: deliciosa nadada, opípara comida, fresca bebida, vacilón, paseo, carcajadas. Regresé al otro día con pila renovada, ánimo en el cielo y ganas de más. No tengo  llenadero, como decía mi abue.
Dos días antes de irme me dio un ataque de dolorazo horrible, más o menos como el que tenía a dos meses de mi lesión, y me entró pánico: aparte de no ir, de regresar a tan horrorosa dolencia.  El viernes me quedé quieta, quieta haciendo cosas sólo con mi manita derecha y recostado todo lo demás junto a mi gatita que dijo: "vamos a reposar". Me retaqué de medicamentos y de optimismo y me alivié oportunamente. Mis amigas me cuidaron y consintieron mucho, hasta vinieron por mi mochila y mi guitarra para que yo no cargara nada. Con amigas así llega una a la luna.
Y pusimos y quitamos exposición en la casa de la cultura Reyes Heroles en Santa Catarina, Coyoacán. Duró quince días y ¡oh surprise!, acumulé varias ofertas de compra de algunos cuadros, lo cual me halaga bastante, y dicho lo cual seguiré pintarrajeando sobre cuanto medio se me atraviese. Ofrecieron buenas sumas que caen bien para acabalar el estipendio. La obra de mi santa madre fue muy festejada.
Y con tanta cosa deja una las penurias, congojas, cuitas y desaguisados en el pasado por reciente que sea, y se olvida de que la gente caca le quiera embarrar a una de su pestilencia. Bueno, hasta se quitan las ganas de decirles "os lo advertí y vos os entercásteis en llevar a cabo tal disparatada idea", "Os lo avisé pero vuestra necedad es tan grande como vuestra estupidez, ignorante de la vida"; "os previne, pero hacéis oídos sordos a todo lo que escape a vuestra oligofrenia". He dicho (amén). No cargaré con penas ajenas, no me amargaré la vida por consecuencias de actos ideoceos. Olé. Ni siquiera necesito poner océano de por medio pero lo haré, cómo no. Si ya tengo casi todo listo para decir agursito.
Y la Disco-pulquería, que así quedó, lista para recibir a cuanto fiestero se atenga a las consecuencias.
Sabiduría de la quincena: No es verdad que los dentistas les pagamos a los empacadores de frijoles para que coloquen piedrecillas en su producto.





lunes, 5 de agosto de 2013

Como andar en bicicleta

Fui a la boda. Ir implicó un avión a Monterrey donde me recogió el marido/auriga para dirigirnos a la frontera y de ahí continuar tres horas más al norte. Llegamos ya anocheciendo y con un hambre que nos llevó sin necesidad de brújula a nuestro carnívoro restaurante y steak house favorito. Fue una comilona tal que nos hizo olvidar las penurias del camino y nos pintó una sonrisa de oreja a oreja. Yo dije "this is the best meal ever". Así, entre suspiros de satisfacción (creo que ni Diego eructó), pasamos a recoger unas cosas que tenía yo encargadas y a dormir. Al otro día nos dirigimos al B&B donde se realizaría el evento, que está enclavado en la campiña texana, muy bucólico y rústico. Vinos la fauna que eran dos gatos y algunos bichos entre los cuales no sentí moscos. La ceremonia fue muy distinta a lo que se usa por aquí, tan emotiva y amorosa que me dieron ganas de casarme, deveras. Después la cena, la pool party con tanta gente linda y subir varios niveles de escaleras de madera a nuestro cuarto que era un ático enorme con muebles antiguos. La cama era la auténtica cama de plumas de la abuela, enorme y gorda, con algo de inclinación hacia la cabecera, es decir, favorecedora de hernias hiatales yo creo, porque para esos padecimientos las ponen  al revés. Pensé que iba a dormir mal, pero sería el cansancio, sería el cava tan buenito que nos dieron, dormí divinamente. Al otro día nos despedimos tras de pagar más caro que el Hyatt Barcelona.
Y a las dos semanas resulta que a Diego, el más pequeño de mis hijos, le entregaban su Roverato Scout y uno, como progenitor, ha de ir. La cosa fue en Meztitla, el campo escuela scout, y la idea era acampar. Algo de miedo me dio, dado el estado de mi disco vertebral rayado en la cara A, e indagué sobre hoteles en Tepoztlán, el pueblo contiguo. Hay de dos: spas "holítsticos" vegetarianos con temazcales y temezcales,  masajes nosequé, como para hippies millonarios y sus señoras new age, carísimos, u hostales jiotosos con baño compartido, así que saqué una tienda de campaña adecuada, sleeping bags, comida, estufeta, en fin: desempolvé mi equipo de acampar. Llegamos tras de comer en Cuernavaca y montamos todo en un santiamén. El esposo/sherpa cargó más que yo, y estaba muy preocupado por mi herniesita, a la cual por cierto después de tanto ya debería poner nombre. Se aceptan sugerencias.
Una vez instalados, nos sentamos al frente de la tienda en sendas sillas plegables de campo (una que es previsora y se procura comodidades) y nos dedicamos toda la tarde al perdido arte de conversar viendo pasar manadas de lobatos. Estábamos como esos viejitos de tierra caliente que sacan las sillas al porche de la casa, muy agusto. La amenaza de lluvia se retiró y hubo sol que resaltaba el verdor de estos veranos lluviosos de por acá.  Mientras anochecía empezó el show de las luciérnagas, primero una, dos, tres tímidas por aquí y por allá. Hacía años que no las veía, y al rato eran muchísimas. Estuvimos ahí embobados y nos tomamos una copa (es un decir, un vaso de plástico anaranjado) de vino rosado. Fue el mejor día de la vida. Luego me uniformé y a la ceremonia y comenzó a llover... unas gototas, un aguacero, rayos, truenos. Las antorchas no se apagaron totalmente pero disminuyeron su llama. Nosotros nos escondimos tras de unas rocas ya con nuestras mangas de hule y llegó el susodicho con los ojos vendados guiado por su padrino en este menester. Fue muy emotiva y muy importante. Al final Diego me vio, y cómo no, si medía yo dos metros de orgullo y estaba como decía mi abuelita; ancha de gusto. Los relámpagos los puso Spielberg muy atinadamente porque resaltaban las partes más fuertes de la ceremonia. Al terminar el aguacero arreció convirtiéndose en tormentón típico de Morelos y nos fuimos a hacer un micro brindis (un trago cada uno, una botella de vino para todos). Cuando amainó como a la una y media nos fuimos a nuestra tienda temiendo hallarla inundada pero no; a pesar de que atravesamos el campo convertido en río, estaba seco todo adentro.
Puse mi sleeping encima de un colchón playero inflado y dormí tan mal o tan bien como en cualquier otro sitio. De todas formas diario duermo en la cama de piedra de José Alfredo. Me levanté jirita, sin dolencia alguna, y eso me hizo muy feliz. Fue la mejor mañana e hicimos los mejores huevos con chilorio del mundo y bebimos el café más delicioso. Desmontamos el campamento  no dejamos ni una brizna de basura y nos fuimos con todo el hijo a casa donde llegué a lavar ropa (muy) sucia y a guardar cosas.
Acampar, entre otras cosas, es como andar en bicicleta: no se olvida.
Y me he hecho esa idea. ¡Este es el mejor día de la vida. Por ejemplo  hoy llevé la camioneta a verificar y fui al Sam's, todo en una hora exactamente. Qué bien me fue.
Y  los que me faltan....
Y que ustedes los vean.