Siempre

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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Feliz día de los Inocentes y Año Nuevo

¿Por qué le llaman año viejo? ¿Porque las especies se avejentan según su esperanza de vida? Claro, si uno va a vivir trescientos sesenta y cinco días, es ya vetusto para el trescientos sesenta. Las moscas se hacen viejas más rápido que los perros y ellos más que nosotros.
Y, ¿por qué el día de los Inocentes se le gastan bromas a los tarugos? ¿Es inocente sinónimo de menso? ¿Es un eufemismo para que los tontos no se sientan insultados? ¿Por qué en los países anglosajones se bromea en el día llamado "April's fools" (tontos de abril), y no hay temor de ofender ni usan algún término políticamente correcto de esos que tanto les gustan por allá?
¿Por qué muchos programas clasificados "para niños" son rebuznantemente tarados? Mis hijos sí se daban por insultados cuando eran pequeños, y me decían: "deveras creen que los niños somos tontos"; y, ¿por qué los programas que dicen "para adultos" son puras majaderías? Yo les decía a mis niños: "deveras creen que todos los adultos somos obscenos y morbosos".
¿Por qué nos gusta hacernos pendejos (perdón, inocentes) elaborando propósitos para el año nuevo? Mis despropósitos vienen a ser siempre los mismos, sólo cambia el orden, a veces los pongo en alfabético, cronológico, de importancia... pero son iguales. De hecho casi todos, si sacamos la lista del año pasado, de hace diez años en plan verde la podemos reciclar. Así que, si hacen una, guárdenla para el futuro y ahorrarán pensar, tinta y papel.
Pensé que ya había superado la edad del por qué.

Pero viene la fiesta para despedir al año, con la inconciencia (inocencia) de que apenas el reloj marque las doce el día treinta y uno, comenzará a correr el plazo de pago de tenencias, prediales, inscripciones, tarjetas de crédito, impuestos anuales, seguros. Los que hicieron los propósitos de adelgazar o dejar de fumar, bien pueden usar lo economizado en esos menesteres, los que no, ya nos amolamos.
Y una que es tan inocente (sin sinónimos) y tiernota y se conmueve ante las muestras de cariño de los amigos y parientes; se emociona dando abrazos a diestra y siniestra y siente feo, al iniciar enero, quitar los poquísimos adornillos navideños que colocó en casa.
Y una que es la alegría de la huerta y no quiere dejar de serlo se alborota con los festejos, los fuegos artificiales de Coyoacán, la familia entera esperándola, sí, a mí nada más, qué ilusión.
Así que ahora que el año es viejo y sabio, se nos muere y nos dan uno nuevo, inexperto y moquiento. Vaya ganga. Bueno, todo sea con la esperanza de un renacimiento, de un volver a comenzar, de un "ahora sí...", de un "ya no más...".
Desde todo esto, deseo que el año que viene venga como el Fab limón mejorado con bolitas azules.
Amén.

lunes, 12 de diciembre de 2011

José Alfredo y la Guadalupana

Un día muy Guadalupano. Para que nadie se quede sin enterarse, los cohetones comenzaron desde anoche a las diez y aún hoy, a las once del día, siguen. Es que, aunque viva una a tantísimos kilómetros de la Basílica, todas las iglesias, parroquias, ermitas y oratorios paticulares que se precien de cierta dignidad, tienen una imagen siquiera tamaño estampita de la Virgen de Guadalupe y en todas, cómo no, se festeja no trabajando y echando cohetes que da gusto. Toda la noche tiene uno pesadillas, sueña que está en la batalla de _____ (elija: Celaya, Trafalgar, el Ebro, el Álamo, para todos hay).
Y tres días muy indepentistas con el esposo por los caminos de Guanajuato en San Miguel de Allende, uno de los pueblos más bonitos del mundo; Dolores Hidalgo y Atotonilco. Total: mucha mexicanidad. Baste con saber que visité la casa de Jose Alfredo Jiménez y salí cantando La que se fue. Me traje, eso sí, muchas ideas de pintar y de despintar a ver si las pongo en práctica.
Descubrí algo que ya sabía, y digo que lo descubrí porque a veces una no sabe que sabía algo: los muros, al contrario que una, ganan con los años. Esa es mi sabiduría de hoy. Claro que hay quien no opina así; no le gustarán las paredes antiguas con sus piedrotas, su musgo, sus plantas y sus descascarones centenarios. Para todo, insisto, hay. Muchos prefieren las cosas entre más nuevas mejor y su idea de una casa, un patio, un jardín o un clóset hermoso es que tenga todo nuevo, que huela a estreno. Menos mal que el gusto que tengo por lo viejo se reduce a las casas y cosas, que si no, me hubiera casado con un señor viejísimo y apolillado. Ya sería momia, volviendo a Guanajuato. En fin, como dice la tambora, Mi gusto es.
Gracias al viajesito me ahorré el temblor del sábado (6.5 grados Richter) y el fiestón de la vecina. Ambas cosas, supe, estuvieron tremendas de manera que los de la segunda no sintieron el primero que según mijo Manolo, mi primogénito, estuvo del cocol. A Dieguito, el más pequeño de mis hijos, le tocó en pleno campamento entre el epicentro y esta metrópoli, y refiere que se siente muy distinto en el campo que en la ciudad, que aunque sabe uno que lo que mata no es el terremoto sino las construcciones, la tierra hace olas, sube y baja que da horror.
Y me enteré de que este viernes es mi cumpleaños y de que a la semana siguiente es Navidad. Como que no me había dado cuenta y ahora tengo cosas qué hacer, de esas repetitivas de cada diciembre. Comprar algunos regaletes (no llegarán al grado de reales regalos, seguro); llevar a mi mamá a comprar una veintena de calzones de algodón tipo Wonder Woman (granny's panties) para sus vecinas de enfrente que son una congregación de monjas; "planear" la cena que es siempre la misma, como tradición y "repartir" lo que nos toca a cada quién, que también es lo mismo que todos los años, lo que me lleva a comprar un pavo grande.
Unos días más y se acaba el año. Y aunque bien sabemos que esa división de un año a otro es mero invento calendarioso humano, hace ilusión no que comience el nuevo, sino que se acabe este que comenzó, desde el minuto uno, como la fregada. Pinche año, para abreviar.
Qusiera una, como de niña, llenarse de ilusión en estas fechas. Para hacerlo, podríamos pensar en que comeremos y beberemos mejorcito; en que tal vez sacaremos a relucir nuestras mejores garritas si aún nos quedan, o quizá hasta estrenaremos algo, que en la ropa a veces no queda mi gusto por lo tan viejo. Y pensar como decía aquella, que todo lo cambia el momento/ cual mago condescendiente/ nos aleja dulcemente/ de rencores y violencias/ sólo el amor con su ciencia/ nos vuelve tan inocentes.