Siempre

Siempre

lunes, 25 de julio de 2011

No voy en tren, voy en sillón.

A veces una se subestima, o se sobreestima. Ambas apreciaciones, al ser erróneas o al menos exageradas, traen consecuencias. Pero qué difícil es autovalorar el tamaño de las cualidades propias, negativas y positivas. Tendemos, por vanidad o por modestia, a verlas de distinto tamaño al que tienen. Yo, al menos, las puedo enunmerar pero tal vez no medir más o menos objetivamente. Al calcular las de los demás debemos tenr cuidado, por cristiano y bondadoso que parezca minimizar sus maldades, no vayamos a subestimar el daño que nos pueden hacer. Para pensar.
Pero no me sobrestimé al pensarme capaz de ir, como estoy ahora aún mala del lomo, a la convención del maridito en Cancun. Hice los trayectos largos en mi silla de ruedas, empujada por mi nobilísimo sherpa y cónyuge, pero permanecí de pie más tiempo de lo que lo hago en casa, y estuve sentada por horas en sillas más duras que mi sillón de Niña de Atocha. Me echaba por las tardes, cuando el esposo ya no estaba trabajando, a siestear y ver la tele, cosa que aquí no podemos hacer juntos, hasta que daba la hora de arreglarnos para las cenas. Como quiera nos asoleamos un rato una tarde y disfrutamos el balcón a ese mar de un azul muy azuloso. Me cortó el pelo un afamado estilista de las estrellas junto con Rosario Marín (alias la Chayito pa las amigas); se salvaron de que ganara yo el torneo de tenis y el concurso de baile y tuve empatía natural con el campeón paralímpico mundial.

Por esa empatía y comprensión fue que hice un trayecto de una hora acompañada de dos reporteros del diario Reforma por todo mi pueblo, para demostrar que es simplemente imposible andar en silla de ruedas. Donde llega a haber rampas están hechas con las patas, sólo con el objeto de justificar presupuestos. Lo mío es temporal, no quiero imaginarme en el lugar de las personas que viven así.
Sabiduría de la quincena: No compren cosas chinas, por monas que se vean: los módems de Telmex lo son y hoy recogremos el tercero desde abril porque simplemente se mueren.

viernes, 8 de julio de 2011

Que veinte años no es nada

Perdón por usar nombre de tango como Malena, los tangos me deprimen, pero veinte años no es nada o es mucho, según el color del cristal.
Tras de sesenta y un días de inmerecido -digo yo- castigo, bien puedo decir que tengo algo que no pensé poseer: paciencia; harta paciencia; montones de paciencia que ha sido mi principal medicina (ha sido mi marido y se nos mata). No sé hasta que grado sea para sentirme orgullosa, pero ha sido una experiencia de autoconocimento.
Mi optimismo es tal, que disfruté como loca la visita de las primas de Lorca y Águilas a pesar de que anduve paseando en silla de ruedas. Lo tomé a diversión y a vacilada, y volviendo al marido no sé si para él lo haya sido, el pobre empujándome a mí que no es baba de perico con todo y sobrina encima. Y los demás muertos de envidia camina que te camina por estas calles tan abandonadas de Dios donde para ir el silla de ruedas se necesita un hombrazo que pueda alzar el vehículo en cada escalón que se encuentra, cada bache, cada charco hundido, calle empedrada... sólo me faltó atropellar algún inocente perrito. Vaya, camino, subo y bajo la escalera de mi casa, camino del coche a la entrada de algún lugar, pero no puedo ni debo andar mucho. Duele y puedo lesionarme. De nuevo como decía Clavillazo: "la cosa es caaalmaaadaaa".
Ya extraño a las primas con sus respectivos maridos e hijita, si es que a lo bueno se acostumbra una muy rápido. Menos mal ayer vino mi cuñada y estuvimos cantando canciones de Plaza Sésamo, a dos voces y demás.
Y hoy se le ocurre a Dieguito, el más pequeño de mis hijos, cumplir veinte años (gulp). Como el mayor no fue a trabajar me llevó al súper a jugar con las sillas eléctricas y automáticas, y se fueron a comer con los amiguetes. Hogar, dulce hogar. Toda la casa para mí (y la criada, las perras, los loros, los canarios). Claro que no la aproveché mucho, pero con un poco de silencio me doy de santos.
Y el 14 voy a una convención en Cancun. "¿Cómo le harás cuando yo tenga que estar trabajando?", me pregunta el angustiado dueño de mis quincenas, "Ya me apañaré", le respondo yo tan mona. Es que él no conoce el poder de la silla de ruedas, que es mayor que el del lado oscuro: todo mundo se acomide a abrir puertas, empujar, cargar y hacer todo por una, igual que una lo hace cuando puede caminar. A mí mientras un mozo me ponga en una sombrita al lado de la piscina con mi libro y mis cigarros, todo es coser y cantar... mejor leer y fumar que cosiendo y cantando me veré rara.
Por eso y por mucho más no me agobio ni me extraño ni me extriño.
Una que es tan mona, pues.