Siempre

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lunes, 31 de octubre de 2011

Momentos y más batallas

Hay momentos en los que una es feliz aunque no se dé cuenta. ¿No sería mejor no darnos cuenta cuando somos infelices? Pero no, entonces nos percatamos y nos ponemos de chillones, porque así somos de ingratos.
Yo, en una de mis tantas heróicas y legendarias batallas que harían a Diego Menéndez el Valiente y el Greñudo palidecer de envidia, lucho contra estas ingratitudes y noto cuando soy feliz que, la verdad, es a cada rato. Soy feliz porque Pachita persigue una bolita de papel; soy feliz porque hace sol; soy feliz porque voy a algún sitio amado o desconocido. Soy feliz, punto, y si alguien me sale con que sólo los tontos son felices, mando madrazo y me río felizmente. Hay personas inteligentísimas cuyo cerebro apenas supera su gran felicidad. He dicho.
Y en otra batalla, les ganaré a las lenguas viperinas bicéfalas y aplastadas que dicen que no hago nada. ¡Con lo que sufrí estando en la inactividad! Son personas que miden el trabajo en horas cotizadas en el Seguro Social, y no en recibos de honorarios y trabajo free-lance. Para ellas, mediocres neuronas de camote glaseado y merengue remojado, si no se va diario a aplastar el chunde a una silla de oficina aunque pasen más horas chateando que produciendo, no se labora. Ojalá cobren bien como yo, se los deseo no de corazón pero sí de hígado. Y también que se lo piquen.
Batalla del trámite de renovación (re-robación) de la tarjeta del coche: Gran pelea de cuatro horas parada y mal sentada (ay) en la Delegación para ir a regalarle al sátrapa Marcelo Ebriard un dinerito para sus campañas y actos populacheros. Pidieron hartos papeles para en sus antiecológicos actos juntar un poco más de dinero vendiéndolos al kilo. Y para nada, según ellos para nuestra seguridad. JAJAJAJAJJAJA. Una mañana perdida para una, una batalla menos, pero millones de pesos para ellos.
Medicina Basada en Cuentos Vol III. La presentación estuvo muy bien en un hermoso teatro, y a mediados de noviembre estará a la venta en El Sótano y en Porrúa. Ahí viene mi historia (que no es cuento, insisto, sino anécdota) "El caballero de la piedra oxidada". Para que vean que soy cuatita lo posteo para su lectura y (amable) crítica.
Next Blog: ya sabremos qué carnes me comí en Sonora.
Pregunta de la quincena: ¿Alguien sabe la distancia de manejo en horas o millas de San Diego a Seattle? Gracias.
Sabiduría de la quincena (gratis, como muchas sonrisas): Si la carreta que rechina no es tuya, no gastes tu aceite en ella. (Dicho popular recién inventado por mí)
Para leer mi participación en el libro y ahorrarse unos centavos, por favor entren a:
http://yotanmonayanexas.blogspot.com/

jueves, 13 de octubre de 2011

Abollada pero contenta

Cuando uno es pequeño y tiene suerte posee muchos techos sobre su cabeza para protección y abrigo. Están los padres, abuelos, tíos y tías. A lo largo de la vida ella misma se encarga de irnoslos quitando como quien descapa una cebolla, despellejándola junto con nuestro corazoncito.
Y cuando uno es grande decide, estén o no esos techos encima nuestro, hacerla uno mismo de papá, de mamá y de abuelos que nos autoaconsejan y nos autolimitan. Eso es la madurez, creo yo, que llega a cualquier edad. Porque la madurez no es un simple acúmulo de años.
La cosa es dejar de ser irresponsable sin dejar de ser sencillo... dejar de ser botarate sin dejar de ser divertido.. No es difícil, hacemos lo que tenemos que hacer sin chistar y después nos tiramos al festejo y a la carcajada. Amarguencias NO.
Y yo me abollé por ir a las carreras de coches. Es que eran carreras "vintage", corrieron autos viejos y yo me meto a concursos para ganar entradas a este tipo de eventos y llevar al marido que los ama con locura y frenesí exacerbado. Lo malo es que en el autódromo hay que subir un montón de escaleras tipo estadio y luego bajarlas al otro lado, para sentarse en incómodas bancas de metal. Lo bueno es que me asoleé sabroso. Llegué a casa muerta. Y pensar que en alguna época subía y bajaba corriendo todas las escaleras de algún lugar así para entrenar (suspiro). El cansancio chistoso me dura dos días... adolorida del cóccix y demás partes afectadas por la lámina del asiento y el estiramiento muscular. Caminar no me pesa ni me daña, pero subir y bajar sí, aunque cada vez menos, que conste en la historia (clínica).
A los tres días hube de ir a ceremonia notarial del mismo esposo. Caminé seis calles con tacones y estuve bien.
Y por fin él aceptó ir conmigo a la boda de un sobrino a Sonora, se me andaba rajando por su trabajo. ¡Hay primos hermanos que no veo desde que estaba yo en el kinder en Culiacán! Me hace mucha ilusión ir. Ya nomás averiguo qué hoteles convienen para que estén cerca de la fiesta, porque una cosa es caminar con tacones y otra con tacones y ebria. Aparte de la distancia en kilómetros, que es mucha, no quiero ser ajena a mi familia extendida.
Sabiduría de la quincena (gratis como la puesta de sol): Una cosa es tener limitaciones y otra cosa es no buscar y valorar lo qie sí podemos hacer.