Siempre

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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Feliz día de los Inocentes y Año Nuevo

¿Por qué le llaman año viejo? ¿Porque las especies se avejentan según su esperanza de vida? Claro, si uno va a vivir trescientos sesenta y cinco días, es ya vetusto para el trescientos sesenta. Las moscas se hacen viejas más rápido que los perros y ellos más que nosotros.
Y, ¿por qué el día de los Inocentes se le gastan bromas a los tarugos? ¿Es inocente sinónimo de menso? ¿Es un eufemismo para que los tontos no se sientan insultados? ¿Por qué en los países anglosajones se bromea en el día llamado "April's fools" (tontos de abril), y no hay temor de ofender ni usan algún término políticamente correcto de esos que tanto les gustan por allá?
¿Por qué muchos programas clasificados "para niños" son rebuznantemente tarados? Mis hijos sí se daban por insultados cuando eran pequeños, y me decían: "deveras creen que los niños somos tontos"; y, ¿por qué los programas que dicen "para adultos" son puras majaderías? Yo les decía a mis niños: "deveras creen que todos los adultos somos obscenos y morbosos".
¿Por qué nos gusta hacernos pendejos (perdón, inocentes) elaborando propósitos para el año nuevo? Mis despropósitos vienen a ser siempre los mismos, sólo cambia el orden, a veces los pongo en alfabético, cronológico, de importancia... pero son iguales. De hecho casi todos, si sacamos la lista del año pasado, de hace diez años en plan verde la podemos reciclar. Así que, si hacen una, guárdenla para el futuro y ahorrarán pensar, tinta y papel.
Pensé que ya había superado la edad del por qué.

Pero viene la fiesta para despedir al año, con la inconciencia (inocencia) de que apenas el reloj marque las doce el día treinta y uno, comenzará a correr el plazo de pago de tenencias, prediales, inscripciones, tarjetas de crédito, impuestos anuales, seguros. Los que hicieron los propósitos de adelgazar o dejar de fumar, bien pueden usar lo economizado en esos menesteres, los que no, ya nos amolamos.
Y una que es tan inocente (sin sinónimos) y tiernota y se conmueve ante las muestras de cariño de los amigos y parientes; se emociona dando abrazos a diestra y siniestra y siente feo, al iniciar enero, quitar los poquísimos adornillos navideños que colocó en casa.
Y una que es la alegría de la huerta y no quiere dejar de serlo se alborota con los festejos, los fuegos artificiales de Coyoacán, la familia entera esperándola, sí, a mí nada más, qué ilusión.
Así que ahora que el año es viejo y sabio, se nos muere y nos dan uno nuevo, inexperto y moquiento. Vaya ganga. Bueno, todo sea con la esperanza de un renacimiento, de un volver a comenzar, de un "ahora sí...", de un "ya no más...".
Desde todo esto, deseo que el año que viene venga como el Fab limón mejorado con bolitas azules.
Amén.

lunes, 12 de diciembre de 2011

José Alfredo y la Guadalupana

Un día muy Guadalupano. Para que nadie se quede sin enterarse, los cohetones comenzaron desde anoche a las diez y aún hoy, a las once del día, siguen. Es que, aunque viva una a tantísimos kilómetros de la Basílica, todas las iglesias, parroquias, ermitas y oratorios paticulares que se precien de cierta dignidad, tienen una imagen siquiera tamaño estampita de la Virgen de Guadalupe y en todas, cómo no, se festeja no trabajando y echando cohetes que da gusto. Toda la noche tiene uno pesadillas, sueña que está en la batalla de _____ (elija: Celaya, Trafalgar, el Ebro, el Álamo, para todos hay).
Y tres días muy indepentistas con el esposo por los caminos de Guanajuato en San Miguel de Allende, uno de los pueblos más bonitos del mundo; Dolores Hidalgo y Atotonilco. Total: mucha mexicanidad. Baste con saber que visité la casa de Jose Alfredo Jiménez y salí cantando La que se fue. Me traje, eso sí, muchas ideas de pintar y de despintar a ver si las pongo en práctica.
Descubrí algo que ya sabía, y digo que lo descubrí porque a veces una no sabe que sabía algo: los muros, al contrario que una, ganan con los años. Esa es mi sabiduría de hoy. Claro que hay quien no opina así; no le gustarán las paredes antiguas con sus piedrotas, su musgo, sus plantas y sus descascarones centenarios. Para todo, insisto, hay. Muchos prefieren las cosas entre más nuevas mejor y su idea de una casa, un patio, un jardín o un clóset hermoso es que tenga todo nuevo, que huela a estreno. Menos mal que el gusto que tengo por lo viejo se reduce a las casas y cosas, que si no, me hubiera casado con un señor viejísimo y apolillado. Ya sería momia, volviendo a Guanajuato. En fin, como dice la tambora, Mi gusto es.
Gracias al viajesito me ahorré el temblor del sábado (6.5 grados Richter) y el fiestón de la vecina. Ambas cosas, supe, estuvieron tremendas de manera que los de la segunda no sintieron el primero que según mijo Manolo, mi primogénito, estuvo del cocol. A Dieguito, el más pequeño de mis hijos, le tocó en pleno campamento entre el epicentro y esta metrópoli, y refiere que se siente muy distinto en el campo que en la ciudad, que aunque sabe uno que lo que mata no es el terremoto sino las construcciones, la tierra hace olas, sube y baja que da horror.
Y me enteré de que este viernes es mi cumpleaños y de que a la semana siguiente es Navidad. Como que no me había dado cuenta y ahora tengo cosas qué hacer, de esas repetitivas de cada diciembre. Comprar algunos regaletes (no llegarán al grado de reales regalos, seguro); llevar a mi mamá a comprar una veintena de calzones de algodón tipo Wonder Woman (granny's panties) para sus vecinas de enfrente que son una congregación de monjas; "planear" la cena que es siempre la misma, como tradición y "repartir" lo que nos toca a cada quién, que también es lo mismo que todos los años, lo que me lleva a comprar un pavo grande.
Unos días más y se acaba el año. Y aunque bien sabemos que esa división de un año a otro es mero invento calendarioso humano, hace ilusión no que comience el nuevo, sino que se acabe este que comenzó, desde el minuto uno, como la fregada. Pinche año, para abreviar.
Qusiera una, como de niña, llenarse de ilusión en estas fechas. Para hacerlo, podríamos pensar en que comeremos y beberemos mejorcito; en que tal vez sacaremos a relucir nuestras mejores garritas si aún nos quedan, o quizá hasta estrenaremos algo, que en la ropa a veces no queda mi gusto por lo tan viejo. Y pensar como decía aquella, que todo lo cambia el momento/ cual mago condescendiente/ nos aleja dulcemente/ de rencores y violencias/ sólo el amor con su ciencia/ nos vuelve tan inocentes.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Melquiades y el teporocho

Por ahí no sé en qué ciudad hay un festival de títeres. Y perdonen que no les dé el dato exacto pero no soy su yipiés ni tengo memoria de pinchemil G. León, Zacatecas, qué más da. La cosa es que me acordé primero de Marcela y luego de Melquiades.
¿Que quiénes son Marcela y Melquiades? Como de eso sí sé, informo que Marcela Guijosa es una gurú que, además de escritora e hiper maestra pokemona, sabe mucho de la cosa de los títeres e incluso trabajó con su marido en la documentación de su historia. Melquiades es un títere hilachiento que compré en la tienda de don Mariquito con un peso que debe haberme dado mi abuelito allá cuando yo contaba con cuatro años de mi tierna edad. Era ya en ese entonces parte de una especie en extinción, con su cabecita, manos y pies de barro pegadas a unos retacitos de trapo que eran su cuerpo y su traje a la vez. Pende todo él de de un vil alambre al cual le até un hilo para que quedara más largo y no se asomaran mis manitas en el escenario -caja de cartón pintada con cortinas de retacería adquirida en los cajones de la máquina de coser de mi mamá- ,mientras él bailaba y presentaba su show junto con un vejete de la misma raza que tenía barbas blancas y sombrero al juego. El teatro, claro, se llamaba "Gran Teatro Melquiades" y presentaba espectáculos distintos cada semana para poder cobrarles un modesto boleto a los tíos y abuelos y de paso venderles palomitas.
Para los incultos que tampoco saben quién era don Mariquito, era un viejillo que compro, traspasó o rentó la tiendita de la esquina, uno de esos tendajones oscuros que huelen a vinagre rancio, y que por casualidad había pertenecido a dos Doñas Mariquitas anteriormente, lo cual le ganó por extensión el nombrecito. Lo malo es que en ese entonces yo era muy inocente pero eso sí, muy educada, y un día que entramos a comprar unos dulces o una chaparrita de mandarina, lo saludé: "Buenos días, Don Mariquito". El viejo se enojó y me dijo: "no me llamo Mariquito, me llamo Fulano". Yo me quedé anonadada y no entendí por qué tantos nombres para un mismo señorcito, y ,más cuando salimos de la tienda y mi tío Ricardo o mi mamá, no recuerdo con quien iba, contó mi metida de pata a todo mundo que reía sin parar. Bueno, por lo menos les alegré el día.
Moraleja 1: no se refieran a las personas por sus apodos delante de los niñitos inocentones como yo. Luego cuando llega el basurero tuerto gritan: "¡es el basurero ojo de canica!" y lo dejan a uno sin servicio de recolección a la puerta. Si es que era muy candidota yo, insisto, o no sabía la diferencia entre nombre y apodo.
Moraleja 2: Si traspasan algún negocio, tomen en cuenta como factor de negociación el nombre del anterior dueño, vaya a ser.
Comí: con mi mamá y sus primas. Son muy chistosas. Al regreso dejé a mi mamá en su casa y ahí estaba el teporocho que últimamente anda por la acera, muy sentado con sus costales. El otro día les dijimos a los policías de la esquina y nos dijeron que ellos sólo pueden darle información y aconsejarle que se vaya a un refugio, que no pueden levantarlo a menos que hiciera "cochinadas como excrementarse, orinarse, o exhibir sus partes íntimas" (sic). Le dije a mi mamá que saque a los hijos de mi hermana a que le digan: "¡que se la saque, que se la saque!", aplaudiendo, ver si hace caso y le toman una foto y así la patrulla se lo lleva. No sé si funcione ni tampoco sé cómo manejé a mi casa carcajeándome, hasta unos señores se me quedaron viendo, pensarían que iba llorando. Ahora mismo, mientras escribo, el gato vino a ver qué pasaba. Ha de creer que estoy loca riéndome sola, pero ella (es gata) está peor: maulla sola.
Sabiduría de la quincena: Nos cae diciembre encima y no sabemos qué haremos de navidad, año nuevo, cumpleaños y demás celebraciones decembrinas. Ni modo, las tocaremos de oído. A veces la improvisación sale bien.

martes, 15 de noviembre de 2011

El Norte también existe

Eso de norte y sur es tan relativo como lo de gorda y flaca. Soy más flaca que fulana pero más gorda que perengana.
Así, yo siempre digo que la gente del sur me es menos familiar que la del norte, porque para mí el sur es de Morelos hacia abajo, y heme que llego a Sonora y a mis primas de allá les dicen: "no sabíamos que tenías primas en el sur". Me acordé de cuando conocí a mi suegro: me preguntó de dónde era mi papá y le dije que de Culiacán. Entonces él, con cara de alegría me dijo que él también era del norte.... pero del norte de España, así que eran paisanos. Con estas ocurrencias, ¿cómo no me iba a enamorar de él desde el principio?
Y yo, como a veces conviene hacer las cosas al revés, cuando me metieron a la cápsula de la sonografía me imaginaba que iba en una nave espacial y desde ese día cuando voy en avión juego a que estoy dentro del aparato médico. Cosas de una. También inventé una técnica para todos aquellos que sienten miedo ante el aviso del capitán de que habrá más turbulencias (sin dedicatoria): verán, las nubes son como los topes y baches que hay en las carreteras federales sólo que de altura, así que bien puede una cerrar los ojazos desvelados de boda y baile e imaginarse que va en el autobús foráneo Hostotipaquillo - Tapalpa y Anexas y de esa manera relajarse hasta conciliar el sueño. Eso sí, no hay paradas para comprar quesos de La Barca, cajetas de Celaya ni charamuscas.
Y estuve en Sonora. Hasta que se le hizo al caldo, dicen por ahí. Fui más que feliz de descubrir que mis primas hermanas de allá son como yo y como otras que tengo acá y en Zacapu (hola Cecy): alegres, dicharacheras, cantadoras, bailadoras y guapísimas. Ora ya no las suelto. La boda del sobrino fue muy hermosa pero lo más valioso está dicho. El encuentro no sólo del mar con el desierto sino de mis genes tan shulos. Entiendo los sentimientos del marido cuando se ve con sus primos hermanos que la geografía tiene tan lejos pero el cariño tan cerca.
Y para despejar el coco (pretextos, lo que pasa es que la criada se me fue muchos días al SUR), hice cosas de casa. definitivamente en la facultad no me enseñaron a planchar. No me lo creerán, pero una no nace sabiendo hacer esas cosas, como es la común creencia de que una por naturaleza sabe cambiar un pañal y ellos nacen sabiendo afinar un motor y desarmar la licuadora. Esta idea sólo da pie a que a una la quieran y la logren muchas veces engañar en los talleres con el viejo truco de que las chafolinas se pegaron con el turumbolo porque no lo llevamos cada mes a revisión de frenos, y a ellos en el mercado dándoles el perejil y los tomates carísimos y hasta choridos. Salvo excepciones, como yo en la Nissan o mi Manolo en la compra, que somos rete listos.
Claro que esta filosofía de nacer sabiendo según género no es tan lama si la sabemos usar bien. O.K., yo cocino pero tú cortas el pasto. De alguna manera se reparten las chambas y sale una bien librada y sin embarrarse de grasa de motor que es tan difícil de quitar de las manitas, además de ahorrarse alguna cena horrorosa que habría que comerse y todavía decirle al hombre que estaba deliciosa. Nosotros, y por nosotros quiero decir mi esposote y yo, tenemos claras las cosas al menos en ese aspecto. También me puse a coser, nada como la talacha para alejar las tristezas y conjurar las penas, le hice una colcha de Cars que será la envidia de todos los señores y una pijama calientita para estos inviernos que, a saber por qué, se van haciendo más fríos, será que nuestra recámara tiene un ventanal al norte, por cierto.
Recomendaciones de la quincena (gratis): vayan al museo León Trotsky, hay un cine debate llamado "Pasaporte al exilio", "Visa al paraíso", de Lillian Liberman es excelente, y se puede ver la película e irse para ahorrarse las memeces que algunos dirán. Además me queda a cinco calles. El enlace cortesía de una servidora:
www.museocasadeleontrotsky.blogspot.com

Sabiduría de la quincena: "El que con leche se quema ve una vaca y se escapa". Pepenado por ahí.
Próxima parada: San Miguel de Allende.







lunes, 31 de octubre de 2011

Momentos y más batallas

Hay momentos en los que una es feliz aunque no se dé cuenta. ¿No sería mejor no darnos cuenta cuando somos infelices? Pero no, entonces nos percatamos y nos ponemos de chillones, porque así somos de ingratos.
Yo, en una de mis tantas heróicas y legendarias batallas que harían a Diego Menéndez el Valiente y el Greñudo palidecer de envidia, lucho contra estas ingratitudes y noto cuando soy feliz que, la verdad, es a cada rato. Soy feliz porque Pachita persigue una bolita de papel; soy feliz porque hace sol; soy feliz porque voy a algún sitio amado o desconocido. Soy feliz, punto, y si alguien me sale con que sólo los tontos son felices, mando madrazo y me río felizmente. Hay personas inteligentísimas cuyo cerebro apenas supera su gran felicidad. He dicho.
Y en otra batalla, les ganaré a las lenguas viperinas bicéfalas y aplastadas que dicen que no hago nada. ¡Con lo que sufrí estando en la inactividad! Son personas que miden el trabajo en horas cotizadas en el Seguro Social, y no en recibos de honorarios y trabajo free-lance. Para ellas, mediocres neuronas de camote glaseado y merengue remojado, si no se va diario a aplastar el chunde a una silla de oficina aunque pasen más horas chateando que produciendo, no se labora. Ojalá cobren bien como yo, se los deseo no de corazón pero sí de hígado. Y también que se lo piquen.
Batalla del trámite de renovación (re-robación) de la tarjeta del coche: Gran pelea de cuatro horas parada y mal sentada (ay) en la Delegación para ir a regalarle al sátrapa Marcelo Ebriard un dinerito para sus campañas y actos populacheros. Pidieron hartos papeles para en sus antiecológicos actos juntar un poco más de dinero vendiéndolos al kilo. Y para nada, según ellos para nuestra seguridad. JAJAJAJAJJAJA. Una mañana perdida para una, una batalla menos, pero millones de pesos para ellos.
Medicina Basada en Cuentos Vol III. La presentación estuvo muy bien en un hermoso teatro, y a mediados de noviembre estará a la venta en El Sótano y en Porrúa. Ahí viene mi historia (que no es cuento, insisto, sino anécdota) "El caballero de la piedra oxidada". Para que vean que soy cuatita lo posteo para su lectura y (amable) crítica.
Next Blog: ya sabremos qué carnes me comí en Sonora.
Pregunta de la quincena: ¿Alguien sabe la distancia de manejo en horas o millas de San Diego a Seattle? Gracias.
Sabiduría de la quincena (gratis, como muchas sonrisas): Si la carreta que rechina no es tuya, no gastes tu aceite en ella. (Dicho popular recién inventado por mí)
Para leer mi participación en el libro y ahorrarse unos centavos, por favor entren a:
http://yotanmonayanexas.blogspot.com/

jueves, 13 de octubre de 2011

Abollada pero contenta

Cuando uno es pequeño y tiene suerte posee muchos techos sobre su cabeza para protección y abrigo. Están los padres, abuelos, tíos y tías. A lo largo de la vida ella misma se encarga de irnoslos quitando como quien descapa una cebolla, despellejándola junto con nuestro corazoncito.
Y cuando uno es grande decide, estén o no esos techos encima nuestro, hacerla uno mismo de papá, de mamá y de abuelos que nos autoaconsejan y nos autolimitan. Eso es la madurez, creo yo, que llega a cualquier edad. Porque la madurez no es un simple acúmulo de años.
La cosa es dejar de ser irresponsable sin dejar de ser sencillo... dejar de ser botarate sin dejar de ser divertido.. No es difícil, hacemos lo que tenemos que hacer sin chistar y después nos tiramos al festejo y a la carcajada. Amarguencias NO.
Y yo me abollé por ir a las carreras de coches. Es que eran carreras "vintage", corrieron autos viejos y yo me meto a concursos para ganar entradas a este tipo de eventos y llevar al marido que los ama con locura y frenesí exacerbado. Lo malo es que en el autódromo hay que subir un montón de escaleras tipo estadio y luego bajarlas al otro lado, para sentarse en incómodas bancas de metal. Lo bueno es que me asoleé sabroso. Llegué a casa muerta. Y pensar que en alguna época subía y bajaba corriendo todas las escaleras de algún lugar así para entrenar (suspiro). El cansancio chistoso me dura dos días... adolorida del cóccix y demás partes afectadas por la lámina del asiento y el estiramiento muscular. Caminar no me pesa ni me daña, pero subir y bajar sí, aunque cada vez menos, que conste en la historia (clínica).
A los tres días hube de ir a ceremonia notarial del mismo esposo. Caminé seis calles con tacones y estuve bien.
Y por fin él aceptó ir conmigo a la boda de un sobrino a Sonora, se me andaba rajando por su trabajo. ¡Hay primos hermanos que no veo desde que estaba yo en el kinder en Culiacán! Me hace mucha ilusión ir. Ya nomás averiguo qué hoteles convienen para que estén cerca de la fiesta, porque una cosa es caminar con tacones y otra con tacones y ebria. Aparte de la distancia en kilómetros, que es mucha, no quiero ser ajena a mi familia extendida.
Sabiduría de la quincena (gratis como la puesta de sol): Una cosa es tener limitaciones y otra cosa es no buscar y valorar lo qie sí podemos hacer.

martes, 27 de septiembre de 2011

¿Cómo regañar a un gato?

El regaño, ese arte ejercido a veces mal y a veces peor por padres y maestros, ha sido aplicado sobre mí por mi mamá, mi papá, muchos más maestros y monjas de los que quisiera recordar y alguna jefa Guía algo parasitosa. Alguna vez el marido se ha querido tomar la libertad de hacerlo pero le hice ver que padre ya no tengo desde 1992. Yo lo he usado con mis hijos (es un mal necesario), mis perros y mis loros, que no deben decir majaderías cuando viene la abuela, con resultados variopintos pero siempre con la noble intención de educarlos.
Sushi, su nombre legal, a quien yo llamo Pachita y que es una gatita de ya dos meses y medio, se orinó sobre el diario que me disponía a leer. Verlo y correr a mear fue en un segundo. Como quiera alcé las secciones mojadas, justo las que me interesaban. La regañé como a un cachorro canino, no sé más, y le importó un camote de Puebla. La llevé a su arena con el mensaje "eso se hace aquí"; pensé que tal vez donde nació la enseñaron a hacer sobre el periódico y me dispuse a leer "Deportes" y "Anuncios clasificados", las partes secas. Ya qué.
A la siguiente tarde, Pacha jugaba en mi cuarto y me desconectó la televisión dos veces por estar correteando su pelotita. ¡No!, le dije como a los perros, y ella sólo me vio con cara de "¿qué le pasa?" y siguió a lo suyo. Las perras, si hacen algo indebido como escarbar en el jardín en busca de no se qué o dejar un recuerdo hediondo adentro de la casa, entienden cuando pregunto: "¿quién hizo esto?", y la culpable baja las orejas o se tira a pedir perdón. ¡Fea! -le grito- y sale a meterse a su casita Geo.
Pero a Pachita le digo ¡No!, y sigue mordiéndome el dedo gordo del pie derecho o jalando el cable de la computadora, tan campechana.
La pregunta no es entonces cómo la regaño sino para qué. Creo que era más fácil con mis retoñitos humanos, tan chulos ellos.

Que Button es muy bueno manejando en lluvia, dice el marido, y yo le respondo que es lógico, que es inglés. Su gente maneja lloviendo desde que inventaron los automóviles. Que pongan pistas con baches en la Fórmula Uno y ya verán cómo Checo Pérez gana todas las carreras. He dicho.
Y para los que sí saben de coches, estuve con Chip Foose hoy y la verdad, fui muy feliz. Ya me veo trabajando en el próximo proyecto de Overhauling en el Nomames Channel.

Y la sabiduría de la quincena es.... es... Volviendo a las amigas viejas, buenas, malas, regulares y demás, no hay que esperar de los amigos protocolos e invitaciones lacradas (de lacre, no de lacra). Si me habla Pancracia y me dice que Chencha me invita a su fiesta, entiendo que Chencha no puede llamar a todas y me siento halagada igual por la invitación. Qué padre son esas amigs con las que las cosas sólo fluyen durante años y ls sigue una viendo con tanto gusto y cariño.
Chamba de la semana: Más reumatismo de mano, tema soso pero útil algún día.
Y tramitar la nueva tarjeta de circulación de mi camioneta, que por capricho del oligifrénico señor Ebrard ya ni siquiera puede salir los martes, cuando tiene cuarenta mil km. Pagando el trámite, claro, pa su saca....

domingo, 18 de septiembre de 2011

Amigas viejas....

En mis juveniles campamentos cantábamos algo que decía "make new friends but keep the old, one is silver and the other's gold". Con nuestras, modestia aparte, juveniles y bien acopladas voces, decíamos ante la fogata una gran verdad en una época en la que nuestras amigas más viejas tenían dieciseís años de edad y cinco de amistad. Ahora tenemos amigas antiguas, muchas desde aquel entonces y otras de años posteriores pero no por ello lejanos: de la secundaria, de la prepa, de la universidad, del postgrado... Esas valen oro. De las "nuevas" es cierto que unas valen plata, pero otras no. Se va dando cuenta una al compararlas entre sí, cómo algunas con las que llevábamos diez, doce años, de repente la mandan a una al carambas porque ya no les servimos para nada. Otras, de tres años atrás, se interesan por nuestra abollada salud, nos llaman, nos impulsan a escribir para "entretenernos", nos prestan libros; es decir que se comportan como amigas viejas. O sea que a las viejas amistades, si usamos el adjetivo como sinónimo de buenas, las podemos conocer ahora mismo. O mañana. Y a las nuevas, las que ni valen la pena, desconocerlas en plan que se lo piquen.
Y fuime a Puebla para el Grito. la plaza lucía muy animada y jolgoriosa con mariachis y multitudes desde el balcón de palacio. La comida linda, el clima sabroso. No nos llovió, el sol presumió bastante. Temprano al otro día partinos a Tlaxcala a una visita de su conventazo, de 1523. Primer asentamiento de los franciscanos en este lado del Atlántico y cuna de los cuatro primeros cristianos americanos, unos tlaxcaltecas que bautizaron ahí. Amo los conventos antiguos, con todo y sus fantasmas. Incluso nos hospedamos en elegante hotel que fue convento y comentaba yo que se nos iba a aparecer el Padre "Pior" (que es peor que el Prior). No se nos apareció así que regresamos como estábamos, sin daños. Bonitas actividades las planeadas esta vez, así si vuelvo. Me traje la idea de pintar mi pulquería como esos muros conventuales en los que se han rescatado trozos de los murales originales.
Ycasi entra el otoño, dicen el gran árbol del jardín y el Gran Dios Brócoli, que ya comienzan a soltar tímidamente unas cuantas hojitas, como amenazando con convertir dentro de un mes estos lares en un cementerio de follaje y a Vítor el basurero en demente.
Y yo sigo adolorida, algo tiesa, pero menos, menos. Caminé harto en Puebla y aguanté bien.Tengo que ir al médico ya, que ya pasó mes y medio de la última vez.
Que Miguel Ríos se jubila, retira o lo que sea. Bueno pues tendremos que decirnos "bienvenidos" entre nosotros.
Sabiduría de la quincena: No dejen las cosas para lueguito, que lueguito siempre es tarde o ya no llega. Háblele, como dice el gordo de Telmex; mándenlo, nada pierden; busquen lo perdido, tal vez lo hallen; recuerden lo olvidado; limpien lo sucio antes de que se pudra.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Pues sí, o como decía el ruletero del chiste "pues no y se baja".
Me gusta el jugar por jugar, por eso me cae bien Chika, mi perra loca, y ahora la gatita que tiene Diego al que ella llama Sushi o Vichyssoise (qué elegante) y yo simplemente Pachita (que es diminutivo de Paz'n). Lo que más la aloca es un trocito de elástico como de quince centímetros que le regalé; más que su perrito o su pelota, más que la mano del marido, con la que juega luchas grecorromanas hasta el agotamiento. Él queda como si se hubiera peleado con el rosal y ella se duerme en algún huequito acogedor.
Y lo que nunca, escribiendo una nosobiografía. Me la han pedido y yo me divierto como la gatita contando mis dolencias casi como agua pasada. Y digo casi porque me falta, me falta...
Sorpresa: Tras de estar atirantadota tanto tiempo me doy cuenta de que hay que cambiar la tarjeta de circulación de la camioneta por una "con chip" (ojalá fuera potato chip). Otra de esas taradeces que inventa el "gobierno" del D.F. para arrancarnos unos morlacos que irán derechito a las campañas del PRD o a las arcas del Mierbrad. Repito: lo odio. Me enteré porque ayer en el noticiero han dicho que hay prórroga, lo que significa que el tiempo normal para el pinche trámite se me ha ido; ahora he de enterarme cómo cuándo cuánto: por qué nunca lo sabremos.

Y me comí un lacón con grelos, hace años no lo comía. Me acordé de Manolo aquella vez que a sus trece añitos se nos moría de tanto que había tragado y le salvó la vida San Servetinal. No aguantó el lacón y una olla de fabada el pobre.
Museo del objeto: En la colonia Roma, se anuncia como gran exposición de adminículos de uso cotidiano antiguos, lo cual me atrajo, pagué mis cuarenta pesotes para ver dos cajitas de detergente, una lavadora, una tele más nueva que la mía, varios pares de zapatos tenis y tres fotos de María Conesa. Un timo. Hay más chácharas de época en mi mueble de la sala, de verdad. O cobro por verlas o pido que me devuelvan lo que pagué en el dizque museo. También entré al MUCA Roma, cuya exposición consta de tres almohadas con manchas de sangre, como de adolescente con comedones; un cuarto cuyo piso está forrado con un linóleo con un ojote, y un chaak mol hecho de piezas Lego. Menos mal no cobran entrada, que ya hubiera sido el colmo. Nos quedamos por ahí a comer en el Centro Gallego.

Cuando compramos el Ford 1955, el dueño original que nos lo vendió, un doctor de noventa y tantos años, nos contó que en ese carro viajaron "hasta Guanajuato". Pues hasta allá iré, no el puente que viene, pero prontito, que me gusta mucho no por su cuestión histórica legendaria mitológica sino por su arquitectura colonial y rinconcitos sabrosos. Me acordé de "Las buenas costumbres", de Carlos Fuentes, que retrata el tipo de sociedades de esas ciudades de provincia.

Sabiduría de la quincena: Un regalo no te pertenece hasta que lo has agradecido. Gracias.

lunes, 22 de agosto de 2011

.. que llevamos en el alma cicatrices...

No sé si esa canción sea bonita u horrorosa, creo que le quedan ambos adjetivos, pero mi papá la cantaba y ayer, en uno de esos mecanismos como de laberinto de los que vienen en las cajas de cereal y que usa mi mente desesperando a mis interlocutores, surgió de mi cerebro.
Resulta que un bicho tan despreciable y jodón como lo es un mosquito, me picó justo en la cicatriz que llevo en la frente (Rowling copiona). Nunca la tengo presente, tiene ahí casi toda mi vida desde que cogí la escoba para bajar una figura de hierro que a mi mamá le pareció peligrosa y puso en alto, fuera del alcance de los niños (de los niños pazguatos, claro); la cosa me cayó en la frente. Tenía razón mi mami: era muy peligrosa.
Ya con la comezón la cicatriz se hizo presente anoche. Y yo pensaba: uno no les hace caso hasta que molestan, y afloró la canción y de repente ¡pácatelas! ¡Claro!, viejas cicatrices de las que una ni se acuerda vuelven a arder como heridas nuevas bajo el influjo de algo que las resucita. Eso traía yo.... las revivió una conversación con mi prima. Por más que una renuncia a unas cosas para tener otras, las cosas abandonadas no dejan nunca de ser deseadas y pasan al mundo del "hubiera", que SÍ existe, y que está habitado por cicatrices, escaras y arrepentimientos. Es un mundo triste el del Hubiera, Hubieraland.
Y luego resulta que los hijos no sólo nos contagian gripes y toses importadas del colegio como cuando le pegué la rubéola a mi papá a sus cuarenta y un años (le fue muy mal al pobre). No estamos preparados los adultos para las enfermedades pediátricas ni para las adolescentosas ni para las de los adultos jóvenes. Pero, ¿qué hace una? no me puedo bañar con jabón del tío Gacho y así hacer desaparecer los padecimientos, ni bañarlos a ellos con jabón del niño agradecido.
Lindo fue, por otro lado, reunirme tras de dos eras geológicas con mis compañeros de la Universidad, mis colegas. Surtido rico como las galletas, muchas especialidades e incluso ocupaciones ajenas a la odontología. Todas guapas, todos lindos. Mucho bueno reunido ahí, muchas risas y recuerdos.

Sabiduría de la quincena: Soy muy joven para ser vieja y muy vieja para ser joven. Tal vez por eso se me pegan todavía las enfermedades de los chicos. Tal vez por eso no me hallo con unos ni con otros. tal vez la mediana edad es peor que la adolescencia o que la vejez. Tal vez vaya a Guanajuato por cierto, en cuanto el esposo pueda. Que está harto y aburrido, dice, de estar encerrado los fines de semana..... pues lo invito yo y ya está. No me enfermé adrede, lo puedo firmar con sangre.
Libro de la quincena: "Mexican Enough" . Son memorias de una chava cuyos abuelos eran mexicanos que emigraron a los Estados Unidos y viene a México en busca de sus raíces, la pobre. Exagera un poco, pero vaya, el desconocimiento gringo de las demás culturas es ya legendario y ya se sabe ponen chinas poblanas bailando flamenco con un torero abajo de un nopal a ritmo de tango.

martes, 9 de agosto de 2011

Agosto al costo

El tiempo es relativo, ya lo dijo Einstein. Y no hacen falta ocho cuadernos de ecuaciones para saberlo, basta con comparar cómo el mismo lapso bien medidito con reloj atómico a veces es cortísimo y a veces es eterno. "Time flies when you are having fun.... or rum". Pero también puede verse con los mismos ojos el periodo de marras, aunque el derecho vea una cosa y el izquierdo otra, sin importar cuál es miope, cuál hipermétrope y cuál bizcorneto. Estos tres meses con dos días desde mi ataque se dividen en tres etapas, a saber:
1. Etapa del dolor paroxístico, de la cual se guarda memoria distante, siento como si hubiese sido hace dos años. Como una pesadilla vieja.
2. Etapa del dolor reducido y movimientos atrofiados, en la que seguía sin hacer casi nada pero sin chillar, usando silla de ruedas.
3. Etapa de la recuperación del movimiento con dolores mínimos. Esto de los dolores no sé si en realidad están minimizados o me he acostumbrado. En esta etapa estoy, y es durante ella que he huido de la torturoterapia. Me lastimaron y sentí una regresión en mi estado porque en los ejercicios ponen movimientos que no son naturales a las piernas humanas. Prefiero ejercitarme por mi lado; caminar me ha hecho bien.
Las tres etapas juntas forman una sola que veo, por un lado, como larguísima y por otra siento que de repente es agosto y se me evaporaron tres meses de la vida. Tres meses en los que he trabajado poco, he escrito casi nada. Cuando hay dolor, éste ocupa no sólo nuestro cuerpo sino nuestra mente y nos distrae de cualquier otra cosa.
Pero ahora retomo una novela a medias, o a tres cuartos que había dejado; mañana le ayudo a una amiga que ha estado pendiente de mis males con su libro y he de ponerla atención a mi mamá, hoy la acompañé al banco y hasta hice que le regalaran una linda mochila de Betty Boop que daban al abrir una cuenta juvenil. Todo está en pedir. Salió feliz mi viejita con su mochila, cuadernos, lápices de colores y sacapuntas. Además, nos reímos bastante de los demás clientes del lugar, cual es nuestra sana costumbre de pitorrearnos de todo.
De todo, dije, y me he de pitorrear de esta hernia de disco ya muy pronto. El jueves voy a que me den de alta o de medio alta, asegún.
Libros de la quincena: "The only girl in the car", de Kathy Dobie, una memoria de sus años de adolescencia por los años setentas y "El hombre que confundió a su mujer con un sombrero", de Oliver Sacks, para quienes gustan de los casos psiquiátricos curiosos, como ustedes, que si no no estarían leyendo esto.
Sabiduría de la quincena: La paciencia tiene sus límites, todos tenemos derecho a explotar alguna vez, y el deber de aguantar als explosiones de los que amamos, si no, ¿pa qué somos amigos, esposos, hijos, hermanos?





lunes, 25 de julio de 2011

No voy en tren, voy en sillón.

A veces una se subestima, o se sobreestima. Ambas apreciaciones, al ser erróneas o al menos exageradas, traen consecuencias. Pero qué difícil es autovalorar el tamaño de las cualidades propias, negativas y positivas. Tendemos, por vanidad o por modestia, a verlas de distinto tamaño al que tienen. Yo, al menos, las puedo enunmerar pero tal vez no medir más o menos objetivamente. Al calcular las de los demás debemos tenr cuidado, por cristiano y bondadoso que parezca minimizar sus maldades, no vayamos a subestimar el daño que nos pueden hacer. Para pensar.
Pero no me sobrestimé al pensarme capaz de ir, como estoy ahora aún mala del lomo, a la convención del maridito en Cancun. Hice los trayectos largos en mi silla de ruedas, empujada por mi nobilísimo sherpa y cónyuge, pero permanecí de pie más tiempo de lo que lo hago en casa, y estuve sentada por horas en sillas más duras que mi sillón de Niña de Atocha. Me echaba por las tardes, cuando el esposo ya no estaba trabajando, a siestear y ver la tele, cosa que aquí no podemos hacer juntos, hasta que daba la hora de arreglarnos para las cenas. Como quiera nos asoleamos un rato una tarde y disfrutamos el balcón a ese mar de un azul muy azuloso. Me cortó el pelo un afamado estilista de las estrellas junto con Rosario Marín (alias la Chayito pa las amigas); se salvaron de que ganara yo el torneo de tenis y el concurso de baile y tuve empatía natural con el campeón paralímpico mundial.

Por esa empatía y comprensión fue que hice un trayecto de una hora acompañada de dos reporteros del diario Reforma por todo mi pueblo, para demostrar que es simplemente imposible andar en silla de ruedas. Donde llega a haber rampas están hechas con las patas, sólo con el objeto de justificar presupuestos. Lo mío es temporal, no quiero imaginarme en el lugar de las personas que viven así.
Sabiduría de la quincena: No compren cosas chinas, por monas que se vean: los módems de Telmex lo son y hoy recogremos el tercero desde abril porque simplemente se mueren.

viernes, 8 de julio de 2011

Que veinte años no es nada

Perdón por usar nombre de tango como Malena, los tangos me deprimen, pero veinte años no es nada o es mucho, según el color del cristal.
Tras de sesenta y un días de inmerecido -digo yo- castigo, bien puedo decir que tengo algo que no pensé poseer: paciencia; harta paciencia; montones de paciencia que ha sido mi principal medicina (ha sido mi marido y se nos mata). No sé hasta que grado sea para sentirme orgullosa, pero ha sido una experiencia de autoconocimento.
Mi optimismo es tal, que disfruté como loca la visita de las primas de Lorca y Águilas a pesar de que anduve paseando en silla de ruedas. Lo tomé a diversión y a vacilada, y volviendo al marido no sé si para él lo haya sido, el pobre empujándome a mí que no es baba de perico con todo y sobrina encima. Y los demás muertos de envidia camina que te camina por estas calles tan abandonadas de Dios donde para ir el silla de ruedas se necesita un hombrazo que pueda alzar el vehículo en cada escalón que se encuentra, cada bache, cada charco hundido, calle empedrada... sólo me faltó atropellar algún inocente perrito. Vaya, camino, subo y bajo la escalera de mi casa, camino del coche a la entrada de algún lugar, pero no puedo ni debo andar mucho. Duele y puedo lesionarme. De nuevo como decía Clavillazo: "la cosa es caaalmaaadaaa".
Ya extraño a las primas con sus respectivos maridos e hijita, si es que a lo bueno se acostumbra una muy rápido. Menos mal ayer vino mi cuñada y estuvimos cantando canciones de Plaza Sésamo, a dos voces y demás.
Y hoy se le ocurre a Dieguito, el más pequeño de mis hijos, cumplir veinte años (gulp). Como el mayor no fue a trabajar me llevó al súper a jugar con las sillas eléctricas y automáticas, y se fueron a comer con los amiguetes. Hogar, dulce hogar. Toda la casa para mí (y la criada, las perras, los loros, los canarios). Claro que no la aproveché mucho, pero con un poco de silencio me doy de santos.
Y el 14 voy a una convención en Cancun. "¿Cómo le harás cuando yo tenga que estar trabajando?", me pregunta el angustiado dueño de mis quincenas, "Ya me apañaré", le respondo yo tan mona. Es que él no conoce el poder de la silla de ruedas, que es mayor que el del lado oscuro: todo mundo se acomide a abrir puertas, empujar, cargar y hacer todo por una, igual que una lo hace cuando puede caminar. A mí mientras un mozo me ponga en una sombrita al lado de la piscina con mi libro y mis cigarros, todo es coser y cantar... mejor leer y fumar que cosiendo y cantando me veré rara.
Por eso y por mucho más no me agobio ni me extraño ni me extriño.
Una que es tan mona, pues.

lunes, 20 de junio de 2011

Cuarenta y tres

Los médicos decían: "diga treinta y tres" y ahí estaba uno de tarugo repitiendo como el loro de mi tía Emilia la mentada cifra. Bueno, pues ahora yo digo cuarenta y tres, y no es que esté pidiendo un vasito del tan delicioso licor, que no me caería nada mal, sino celebrando mis cuarenta y tres días de claustro- arresto domiciliario- hospitalización doméstica.
El galeno felicitóme y congratulóme por haberme cuidado tan bien, por mis avances, por haber sido tan buena niña y por tener el apoyo de mi familia. Seguro el pobre hombre oye quejas de otras pacientes cuyos hijos son unos badulaques y su marido un mesalino: "¡Ay!, pero, ¿cómo quiere que me esté en reposo con tanta ropa por lavar?", mientras que yo nunca voy sola y me ayudan mis criaturitas con sus peludos brazotes a levantarme del asiento.
Pero habría que darles en beneficio de la duda a esas pobres pacientes que llegan arrastrándose cual gusanos a la consulta: tal vez sus niños sean todavía de pecho (o de espalda, que pesan más así). Yo tengo la suerte de que mi maridote es un joyón de lo que ya no hay aunque él se empeñe en hacerse el pesado y el gruñonazo como para caerme mal, y de que mis hijos ya están barbones y les he enseñado a valerse aunque también finjan como que no les enseñé a ser ordenados.
Total, que de cuatro píldoras-pastillas-comprimidos-cápsulas que me tragaba diario durante estos cuarenta y tres días con sus noches (ni el diluvio duró tanto), me quitó tres. Ahora sólo tomaré la de la noche. ¡Chin! Yo que ya iba en pos del récord mundial Guiness de pildorazo. Pero no me acomplejo porque rompí por mucho la marca de aguante de pastillas de mi familia. ¡Viva mi panza serrana! A terapia de rehabilitación me dijo que todavía no porque luego son muy bestias y me pueden lastimar y atrasar mi avance tan pacientemente logrado.
Me dio permi, el buen doctor tiro liro liro, de salir. Ya había ido al súper el sábado en carrito eléctrico de los que ahí tienen. Quería pegarles a muchas viejas y, cuando voltearan, hacer cara de enferma agonizante pero no pude: era temprano y había poca gente así que sólo golpee a una que volteó y me dijo "perdón". Yo, para que se sintiera peor, le dediqué la sonrisa angelical número 56, que no falla en estos casos.
La cosa es que, según el buen doctor tiro liro liro, puedo ir a comer, por ejemplo, si me dejan en la puerta del restaurante y se van a estacionar; puedo ir a paseos si espero a los demás en el café muy agustito. Puedo recibir si me siento como la Condesa de Chiconcuac y tengo todo a la mano o me lo acercan. Me autorizó a recibir visitantes en mi casa, de España o de Marte, y a ir dentro de un mes a la convención a Cancun, si no juego tenis.
Me faltan aún reflejos en los tendones de Aquiles, me falta fuerza (de la mano izquierda) en ambas patitas, y todavía me duele la corva y pantorrilla derecha. Pero ya veo la luz al final del túnel y esta vez creo que no es el tren que viene a apachurrarme.
Sabiduría de Hoy: Si las personas hiperactivas podemos estarnos quietas tanto tiempo, entonces, las personas que suelen estar pazguateando, ¿no deberían poder moverse y hacer cosas?

miércoles, 15 de junio de 2011

La jaula de oro

Del 6 de mayo al 15 de junio llevo guardada en esta mi jaula, que aunque sea de oro, no deja de ser prisión.
He mejorado en algunas funciones, aún no camino bien, y me sigo cuidando. La pantorrilla mía se siente como piedra, como cuando vamos corriendo de primera a segunda base y nos da un calambre muscular que nos hace tirarnos al suelo y que nos hagan el out.
El miedo al dolor es un estímulo muy fuerte para seguir indicaciones médicas y hacer caso del propio organismo. Yo no vuelvo a pasar eso ni de loca. Por ejemplo, no puedo agacharme hasta levantar algo del suelo así que no lo hago. No vale la pena lesionarme y atrasar mi cura por alzar un gancho o un papel que se me haya caído. Otros trabajos hay que delegarlos, que el padre de la Miss Oaxaca murió y hasta próximo aviso habrá ayuda de su parte. Mientras, un hijo lava ropa hoy, saca la basura, recibe entregas de la tienda, alimenta chuchos y otro planchará por la tarde. Menos mal son actividades formativas y que forjan carácter, como en los colegios militares. Pa que digan que no educo bien a mis fetolines, ya me lo agradecerán las nueras.
Como siempre, vienen a la mente lugares comunes: que no apreciamos la salud mientras la tenemos, que hay que cuidarse, que de los cuarenta pa'rriba no te mojes la barriga... Y es que la vida está llena de estos por lo repetitiva que es, no sólo a nivel personal sino interpersonal: esto que me ha pasado ya le sucedió a fulana y a perengano. Los lugares comunes son, a veces, muy válidos, por más que el literatura se les desprecie.
Y en un acto que considero generosísimo, un primo del marido y por ende mío me ha venido a dar Reiki. Ya se sabe en los círculos sociales y culturaloides que yo soy escéptica y de educación científica, que no creo en cuarzos, flores de Bach, pestilenciaterapias, velas azules y coloradas, y todo ese sinúmero de ondas New Age, y con todo y eso el Reiki me ha ayduado bastante. En terminándolo me siento más ligera de las piernas, menos abollada, más resucitada e impresionada por sentirme mejor. Mi escepticismo le da más valor a la cuestión, ¿o no? De manera que os lo recomiendo de manera amplia.
Faltan cinco días para acudir al médico. Me verá mejor, indiscutiblemente, después de tres semanas, y a ver si ya me da de alta o aunque sea de altita provisional y me manda a las rehabilitaciones. Mientras, me estoy pensando seriamente mandar a los chamacos aquí a Avenida Universidad a alquilarme una silla de ruedas. Y digo mandarlos a ellos porque sé que, cuan grandotes están, gozarán de lo lindo las seis calles de allá a casa turnándose sobre ella y corriendo como locos, cosa que no se les hizo con mi abuelita porque ella nunca aceptó tener ruedas: yo sí. Que me saquen a orear y que me pongan en las terrazas de las cantinas de mi pueblo a tomar alguito y lo que más me hace ilusión es saltarme toda la cola del banco y la de súper.
Mantra de la quincena: Que se lo pique la hernia de disco, yo le gano.

domingo, 5 de junio de 2011

Un mes de claustro ya

Otro fin de semana de claustro. Había una canción, si alguien la recuerda porque el cantante no fue muy, digamos, trascendental, que se titulaba "Tengo un mes con el mismo pantalón" (Ricky Luis, buscarlo en youtube o algo). Bueno, pues hoy me autocantaba yo: "Tengo un mes aplastada en mi sillón, ¿y qué?/ Hace un mes que no salgo ni al balcón./ Tengo un mes encerrada acumulando jamón/ Hace un mes que no tomo ni mi ron." Sé que no es muy romántico, pero rima que ya es bastante.
Por puritito morbo, hoy que me tomaba una de mis pastillas/píldoras/comprimidos/tabletas, me pregunté: ¿Cuántas llevaré? Y para responderme, que una es muy educada y no deja a nadie hablando solo, eché unas cuentas a grosso modo. Veamos, tres cajitas con 20 c/u que ya me tragué a razón de una dosis de cada una diario son tres unidades al día= 60. Cinco días más de las mismas= 15; más 7 de las nuevas que me mandaron para completar; más unas 20 que me haya zampado antes de mi crisis son en total 102 pastillas/píldoras/comprimidos/tabletas. Sumemos 5 inyecciones más las drogas hospitalarias vía IV y el resutado es que soy un vademécum ambulante (es un decir, lo de ambulante). Mi gastrítica familia se quedará bizca al leer estas cifras y me preguntarán: ¿y tu estómago? -Muy bien, gracias.
Pero no me rajo, y por no rajarme voy mejorando, de a poquianchis, a pasos diminutos, pero definitivamente. Lo que hago es no comparar hoy con ayer sino con antier, para ver alguito de diferencia.
El dolor bajó (sí, ahora está muy instalado en mi pantorrilla y tendón de aquiles); el edema de patita cedió; el miedo a la cama disminuyó porque ya me recuesto y levanto con casi nada de dolor siempre y cuando me ponga en ángulo recto con respecto a la orilla de la cama, lo siento por mi pobre maridín porque al hacer esto a media noche mi cabeza cae sobre alguna parte de su pecho o abdomen. He recuperado algo de facultades agachatorias y giratorias: por ejemplo, puedo coger cosas del buró, que hace unos días tenía que limosnear; puedo ponerme crema en las piernas, sentada, hasta casi el tobillo; puedo subir un pie a la cama, cualquiera de ellos. bajo a comer a medio día. Creo que no perderé mi superpoder de supermovimiento.
Bien dicen que con paciencia y salivita...
Sabiduría gratis: La paciencia es útil, lo malo es que no la ejercitamos hasta cuando la necesitamos.
Mantra a repetir por favor: me curaré me curaré me curaré.. id id id.

lunes, 30 de mayo de 2011

Más arresto sin libertad condicional

Cumplo una semana más de arresto domiciliario y fui a ver al médico.. o a que él me viera, que no es lo mismo. El traqueteo del camino no me hace nada de gracia para mis males, pero voy mirando por la ventanilla como esos chuchos que viven en balcones, los pobres, viendo con enorme ilusión cuanta porquería hay por la calle. Así, postes chuecos, baches y excavaciones-pretexto para el enriquecimiento de Ebrard, nuestro gomierdador, me parecen hermosos paisajes. Ya se me van los ojos detrás de un Corvette amarillo nuevecito, de un inmundo pesero pedorreando por la calle o de un restaurancillo que ofrece menús surtidos. Todo se me antoja lejano e inalcanzable.
Y que voy mejor. Sí, he avanzado en mi recuperación. Ya tengo reflejos en los tendones de Aquiles (estaban ausentes los pobres reflejos), ya me alcanzo a tocar la pantorrilla en su parte superior, ya puedo ponerme boca-abajo en la mesa de exploración. Eso sí, me halló muy débil el doc.
Pero el claustro continuará, al menos, otras tres semanas que es lo que tardaré en volver a consulta.
Y yo, que soy tan sabia, he aceptado consejos de mujeres más sabias que yo. Una me dice que "Puede ser que debas ver un lugar en el que nunca habías excursionado, y abarques más horizontes del significado de "ser, humano" . Yo lo traduzco un poco como una pausa en mi ajetreado vivir, para precisamente poner mi vida en perspectiva. Otra me llama cada tercer día para preguntarme qué he escrito. Acicate amoroso, ella. Ambas con enorme sabiduría hija del dolor, que es una de las formas más sólidas en que se le puede hallar. Y me dice otra que podrían ser peores las cosas. En efecto, podría tener un ventanuco a un cubo de luz negro de hollín en lugar de mi ventanal al jardín, desde el cual he aprendido ya a distinguir las vocecillas de la gran variedad de pájaros de éste mi pueblo casi Pénjamo. Y yo añado, estar rodeada de médicos es malo pero, ¡podrían ser abogados! Hay que ser optimista, vaya.
Y hago una lista (más bien no tan lista sino algo taruga la pobre) mental de cosas por hacer "ora que me alivie". Ya llevo tres rollos de papel de baño tachoneados con esta lista, y son tantas cosas que ahora necesitaré más vida para poder llevarlas a cabo. No hago lista de las cosas que me he perdido, para no amargarme, pero claro que tengo presente alguna presentación, exposición, concierto, coctelito, café...
Y mientras esto escribo, miro Anchors Away, con Sinatra y Kelly. Si esas películas le subían el ánimo a un mundo en guerra, ¿qué no harán por el mío?
Sabiduría de hoy: lo más útil que se puede tener en casa, aparte de un marido y algún chamacote enorme, es un gancho para ropa de los de palito con alambre. Se puede moldear de mil maneras para convertirse en las más versátiles herramientas y, abiertito de uno de los extremos, es ideal para levantar cosas que se caen al suelo o para subirse la ropa desde una posición sedente.

lunes, 23 de mayo de 2011

La princesa "Celda "

El viernes fue un día muy ajetreado, fui a recoger la sonografía y había un letrero que decía "sonografía computada". Le dije a mi esposote que yo la pedí sin... pero me la dieron con.
Resulta que tengo una hernia discal. Pequeña pero existente. En la camioneta leímos la interpretación con todo el morbo para enterarnos y el médico nos lo corroboró: es una pequeña hernia en L5 (¡debí haber puesto más atención en álgebra, carajo!) que ejerce presión (y en física) sobre el nervio ciático (menos mal en anatomía si atendí y me chupé los tres tomos del Quiroz), de ahí que mi recuperación sea tan lenta. Si la hernia fuera mayor estaría en el grito total del primer día todo el tiempo y ya me hubieran tenido que operar de emergencia.
Hay de dos sopas: se podría operar pero el postoperatorio duraría lo mismo que este mi enclaustramiento momificante actual y, al ser pequeña la hernia, se deshidrata o cicatriza con el tratamiento que actualmente llevo, es decir, rosario de píldoras y reposo. El reposo es a fuerza porque de todas maneras no puedo hacer nada, aunque quisiera, debido al dolor al agacharme más de un poquito, caminar más de algunos pasos, sentarme e incorporarme. Después, terapia de rehabilitación para recobrar las funciones perdidas con la inmovilidad.
O sea, que me echaron de uno a dos meses más de condena. Lo malo es que un enfermo al principio, como todo, hace ilusión: subirle el café, ayudarle a levantar, pero con los días va hartando, de nuevo como todo y la gente siente que ya ha hecho su buena acción y se van olvidando de las necesidades del paciente. Estoy tratando de avituallar de mejor manera mi celda a ver si puedo pintar, coser o algo aparte de leer. Escribir me cuesta trabajo porque a esta mi máquina le ha dado por calentarse y se apaga de repente, así que mientras lo hago le soplo con un pedazo de cartón como si fuera una garnachera con anafre sentada en la acera. Para escribir necesito ambas manos. Alfredo me trajo una película y yo saqué el libro correspondiente de mis estantes, no sé para qué, se lo prestaré en correspondencia. Es de Jardiel Poncela.
Hay páginas en internet de karaoke, las buscaré y me pondré a cantar, a ver si me subo el ánimo, que todas estas noticias aunadas a sentirme tan mal y al encierro y aislamiento del mundo exterior me tienen muy tristona. Sólo espero no dar con una página de tangos.
A consulta iré hasta el día 30, el mismo día del concierto de YES.
Así que, sabiduría gratis este día no hay, por estar muy apendejada yo.

jueves, 19 de mayo de 2011

Ciencia ficción

Siempre dije que donaría mi cuerpo a la ciencia ficción, y hoy lo viví un poco.
Como a estas alturas del tratamiento y del reposo debería yo estar más buena y lista para rehabilitación, ya no debería tener tanto dolor al moverme, me mandaron una resonancia magnética. Acudí, pues, a la hermosa y antigua casa en que está el centro de diagnóstico y me distrajeron de mis penurias los estucados, los vitrales y la duela de marquetería del suelo. Me metí a un vestidor donde débía despojarme de mis vestimentas y ponerme un traje de papel. Me quité mi pantalón jalándolo con mis mismos pies pero no hubiese podido ponerme el desechable, así que, como la parte superior me daba debajo de las rodillas, me quedé así como en vestido prehistórico. Total, no iba a concursar para Miss Sinaloa.
Dejé mis pertenencias en un locker tipo escuela gringa y entré. Con algo de trabajo me acosté en una camilla frente al gran supositorio que es el escáner y un amable técnico me tapó con un cobertor muy suavecito y acogedor. Pensé dormirme allá adentro. La camilla, sola, se introduce en aquello y uno se queda media hora en un viaje psicodélico fantástico. Primero decidí no pensar en el aparato como un catafalco, sino como el vientre materno, donde seguramente estuve muy agustito alguna vez, pero el ruido, el olor, la temperatura y el color eran como de un avión así que elegí que era un habitáculo de esos en que enviarán a los astronautas dormidos en viajes de años de duración. Con esa mentalidad, disfruté horrores el viaje alucinante. La media hora se me fue volando con tantos efectos de sonido.
Mientras yo estaba ahí, de donde salí relajada como si hubiera estado en un spa (lástima que sea tan caro el escáner este), Manolo se pasó conversando con una muchacha muy bonita que acompañaba a su bisabuela a los análisis. La viejita temblaba de miedo y le informé de mi deliciosa experiencia para ayudarla a tranquilizarse. Le he dicho mil veces gracias a Manolo que me ha pastoreado todo el día, pero es poco, mándole el miluno desde aquí.
He tenido hambre todo el día, espero sea de felicidad.
Sabiduría y enseñanza de hoy: ya que estamos en un camino, hacerlo lo mejor que se pueda.

Petición a mis cuates: Los resultados hasta mañana en la tarde, por fa pidan que no sea hernia de disco.

lunes, 16 de mayo de 2011

Yo, robot

El viernes mi hermana me llevó al médico regalándome su mañana. En su camioneta iba yo atrás, con mi ya famosa pierna doblada y cogida de donde podía con las manos. La espera y la consulta fue de pie, porque para mí ver una silla es como ver la picota. Hube de subirme a la mesa de exploración, menos mal por medio de un escalón, donde el doctor me hizo mover las piernas, hacer fuerza con ellas hacia arriba, doblarlas, y me tuvo que descalzar y calzar mis -oh vergüenza- horrorosos y viejos huaraches que fueron lo único que Diego pudo embutir en la mañana en mis inflamados pies, porque yo con trabajos llego a tocar mis rodillas. Le dije al doctor "Esta no soy yo, suelo ser más fuerte y menos horrenda".
Resultado: Que estoy mejor, dice. Que esto es muy lento, un proceso largo y que tal vez requiera terapia después. Que siga en reposo pero que puedo caminar, sólo que no largas distancias. A saber a qué le llama él largas distancias, para mí más de veinte metros ya lo son ahora.
Los días son difíciles porque no puedo ni debo hacer nada: ya leo, ya doy pasos de robot por el piso superior, mi mundo; ya veo una película, ya escribo, ya juego en la compu, ya me aburro, me deprimo y me desepero de no poder tomar algo del buró y tener que pedirlo. Las noches siguen siendo gachísimas pero he logrado dormir cuatro horas seguidas sin levantarme a dar una caminada para espantar el dolor.
Pero pongo buena cara, y trato de pedir la menor cantidad de ayuda posible. Me fijo en pequeños avances que me hablan de una mejoría. Por ejemplo, ayer en la tarde de repente me di cuenta de que me estaba sobando la pantorrilla derecha en su parte más superior, lo más abajo que he llegado, y creo que por la noche pasé un rato acostada de lado, cosa que me era imposible.
La casa me agobia, tengo que relajar mis estándares. Cuando me voy de viaje sin marido ni hijos dejo provisiones, algunos platos hechos en el refrigerador, compro cosas de fácil elaboración para sus disfrutes y muchos huevos, que siempre hacen falta, pero esto me cogió desprevenida. He pedido el súper por internet pero me enoja cuando comienzan a llamar que no hay esto que si se lo cambiamos por aquello. Entonces, ¿para qué carambas está en su catálogo con foto y todo? Vaya, que si una pide servicio a domicilio es porque está enferma u ocupadísima. La criada viene dos días a la semana pero es como si yo no estuviera y se hace taruga con un trapito (ahora me doy cuenta de que no hace nada cuando salgo);la ropa planchada del marido se acumula porque no la dobla ni guarda; mis perras se aburren solas toda la mañana igual que yo, ellas en el jardín y yo en mi cuarto enmi papel de Lorena Kahlo de Atocha.
Pero voy a mejor, lo que necesito es paciencia. Manden dosis, si les sobra un poco.

martes, 10 de mayo de 2011

Madres y paraíso perdido

Luego de dormir -de nuevo un decir- al fin cerca de tres horas seguidas y mantenerme de pie otras dos hasta que me puedo sentar sin ranto dolor me asomo al jardín, a mi jardín donde florecen agapandos blancos y azules y los tomatitos se esconden detrás de la enredadera para tentarme a que baje por ellos; a mi jardín en el que el rosal grande tiene varias flores muertas que habría que cortar y muchas nuevas de las cuales quisiera traer alguna en un florero. A ver si al rato puedo bajar, mientras, miro todo como quien ve un paraíso perdido. Creo que hasta las cacas de los perros en el pradito me hacen sentir así.
Y hoy es el día de las madres en México. Así, de las madres en plural, no de la madre como en otros países (perdón que vuelva a postear tan seguido pero es que este día no me lo acabo, además de que escribir es de lo poco que puedo hacer estos días), porque en México el culto a la madre es plural y paroxístico, nos abarca a todas, no sólo a la madre de uno, y a todas hay que felicitar empezando por nuestra mamá, abuelas, tías, madrinas, primas, sobrinas, suegra, vecinas, amigas, hermanas, primas, maestras, esposa, clientas, meseras...
Vivo en la ciudad más grande del país y una de las más grandes del mundo, y el festejo desquicia el tránsito. Van y vienen del festivalito escolar las madrecitas y madresotas con sus mejores ropas y peinados, cargando las flores y obsequios que les han ofrendado; andan a pie, en coches y taxis hacia los restaurantes que se retacan y ofrecen menús especiales para desayuno comida y cena baile con afamada orquesta, tríos y mariachis. Hay que visitar a las progenitoras propias y ajenas, llevar a las cabecitas blancas hoy castaño dorado de L'oreal a que elijan su regalo aunque sea a crédito en Famsa, tienda que entre sus anuncios para este día pasó uno de una moto 125 cc para mamá... eso si se me antojó.
Porque ya vi todas las ofertas de la tele para mamá y varias películas alusivas al día, unos dramones padrísimos en los que el más macho chilla.
Y yo, este afamado y glorioso día de tantas madres, tengo aparte de la pierna descompuesto el teléfono. Menos mal, asi me ahorro echarles mi rollo de por qué deberían abolir la fecha a todos los que me llaman, rollo que hace varios años debí haber grabado para simplemente dar "play". De teléfono a mí, perfiero funcionar yo, todo está en que vaya al médico a rogarle una infiltración, bloqueo o mdidas extremas. La cosa es que no puedo andar en coche, si al regresar del hospital toda drogada sufrí una tortura draconiana... en fin, estos días lo dirán, creo que mejoro pero un puntito nada más.

domingo, 8 de mayo de 2011

Diario de una lesión III (al fin numerado)

Tras de dormir -es un decir- boca arriba y con la pierna que duele doblada con la rodilla apuntando al techo, me levanto con mucho dolor. Me da miedo "recostarme".
Por eso llevo casi cinco días sentada en este sillón, resto del juego de sala anterior. Parezco un gran Niño de Atocha greñudo. Nomás me falta el sombrerito y el báculo que siempre he pensado que es un bordón porque el niño es Niño Scout de Atocha. Me acuerdo de Fredy, mi sobrino, un día en que Pau y Manny no lo dejaban jugar porque estaban en un "juego de grandes" (ellos ya tenían cuatro años", y acudió a mí, que estaba haciendo algo de más grandes. Para entretenerlo lo puse a jugar al Niño de Atocha: lo senté en una silla artesanal tamaño pediátrico, le puse u sombrerito de palma y le di un palito. Cuando llevaba media hora ahí sentadito me preguntó qué seguía y le dije que ya había terminado y que había ganado.
Tal vez no me gane la santidad sólo por estar aquí sentadota, pero he descubierto que hay un aparato maravilloso con el que podemos peparar una comida completa en ocho minutos y que la colageína, si la tomas, te quita diez años de encima, y lo horrible que es depender de todos para todo.
Y para más méritos, que conste en el Vaticano que me siento sobre mis cachetes inyectados y que las pinchaculinas siempre me han dado mucho horror.

sábado, 7 de mayo de 2011

La televisión, la televisión es para entretener...

La televisión es un gran invento, eso ya lo sabía mi abuelito cuando ya no gozaba de pase gratis para los toros y además su enfermedad le impedía ir a verlos a la Plaza México que, además, nunca le gustó mucho: él prefería la de la Condesa, que como todo, murió (también mi abuelito). Así, se resignaba a mirarlos en la pantalla blanco y negro de la primera televisión que hubo en la Colonia Roma, y que él compró en 1951 (si quieren verla, la tengo, y con factura original), brandy y puro en mano y con su amigo Abelardo.
O mi mamá, que entre que nos traía del kínder y nos daba de comer (una santa, ella), contaba con que el Club Quintito, el Tío Gamboín o Chabelo nos entretendrían un rato a los tres en lo que hervía la sopa y se exprimían los limones para el agua de sabor que nunca nos faltó.
Así pues, la función de la tele es entretener: al que está cansado, al que se le terminaron los libros, al que no pudo ir al cine a ver "Up" o "Charry Potter" pero, sobre todo, al enfermo. Y yo, que aunque lo esté soy tan sabia, he contado con ella para mi solaz y esparcimiento.
Estos días he visto dos o tres partidos de futbol con tal de que mi enfermero mayor no se me vaya al otro cuarto; varias películas americanas de a dos por un dólar con moralejas variopintas; muchas series menos las que me gustan (malditos programadores, las pasan cuando tengo dolor , dormito o algo así y me las pierdo), y unos churros de manufactura o cinefactura mexicana antigua de los que el colmo fue "Ave sin rumbo", en la que condensan a menos de dos horas todos los sufrimientos de Anita de Montemar que en forma de radionovela duraron años. Menos mal pedí cuatro libros a Ghandi y como sólo tenían dos de ellos, me los enviaron rápido y sin coste de envío. Uno de Vila Matas y otro de Bryce Echenique, a ver qué tal me va.
Algo así me hubiera gustado que hicieran conmigo: que en lugar de tener que haber ido al hospital, a cambio de todos estos días que llevo de retorcerme, de píldoras, inyecciones, sueros y radiografías, un guionista antiguo se hubiera dado a la tarea de resumir toda la enfermedad a dos horas. Es más, hasta a tres o cuatro.
Pero de esos escritores ya no hay: se murieron rápido todos.

jueves, 5 de mayo de 2011

Unbeareable pain y la amada inmóvil

La vida está aquí. estamos en la vida ahora. La vida no es nuestra vida, nosotros somos parte de la vida. Ella seguirá aquí cuando no estemos, es decir, cuando nuestra migajita de vida se termine, cuando hayamos pasado por ella, y seguirá siendo como era antes de que llegáramos.
Pero esto, aunque lo sepamos en el fondo de nuestras pocas o muchas neuronas, no nos hace darnos cuenta de lo poco que importa para la vida en general lo que suceda o deje de acontecer las nuestras individuales.
Así, este dolor -voy a ser contradictoria pero es lo único que lo describe-, insoportable que soporto ahora, pasará. Esta mañana me desperté en el grito total, parecía yo la Llorona de la leyenda. Chillé más que las heroínas de las telenovelas, ante el susto y procupación de mi pobrecito esposo que me dió los analgésicos y me ayudó como un enorme Florencio Nightingale. Me movía y sentía ganas de arrancarme la cadera con todo y la pierna. Me iba a desmayar dos veces, siendo que hacía casi veintisiete años que no me desmayaba de un dolorazo, y hasta vomité una vez que amainó un poco; sudé como dos litros y ya que bajó me quedé lacia, lacia, como un hilacho, y apendejada por la medicación. Soy como la doctora House de estos lares pero sin barbas y con más pelo. Luego cogí fuerzas para ducharme y cambié de posición. Ayer pasé el día en cama y no me ayudó. Hoy, menos mal, es día libre y tengo a mis hijotes a cargo de todo.
Y pasará, digo, porque no lo aguanto y porque todo ha de pasar. No tengo el umbral del dolor tan bajo que digamos, de hecho cierta costumbre ya poseo, pero todo tiene sus límites. Hoy iré a sacarme la radiografía que debo tomarme si no mejoro con los medicamentos y hay amenaza de inyección de infiltración local (bloqueo) hasta la articulación afectada, o sea adentro de los huesos de la cadera (gulp). Espero librarme.
Todos los dolores pasan, hasta los que terminan en la muerte, así que este lo hará eventualmente, y espero que más pronto que tarde, que tengo pendientes de la vida.
Manden refuerzos: médico ya tengo, lo que necesito es una criada, que la que viene martes y viernes está enferma también, ¡vaya cuadro! Y yo que si algo se me cae, sea un cojín o los calzones, ahí en el suelo se queda porque no puedo agacharme ni nada.
Mientras, soy como la del poeta, la amada inmóvil. Qué cursi.

domingo, 24 de abril de 2011

Santísima Semana

Estas semanas santas yo no suelo hacer procesiones a la iglesia cargando estatuas, ni me pongo hábitos y sambenitos, ni voy a la playa cargando hieleras con cervezas. Hice mi procesión al centro de mi ciudad, como si fuera una turista más acompañada de mi fiel escudero Esposo.
Babeamos cual paletos las pinturas coloniales y españolas, todas de tema religioso para ser ad hoc con las fechas, del Centro Banamex o Palacio de Iturbide. Y me di cuenta, hablando de religiosidades, que reconocía yo los nombres de los pintores novohispanos por haberles estudiado en el colegio de monjas, con la maestra Paty del Guío, que era del Río pero pronunciaba mal la R de manera que decía Gubens, Guembradnt, Bagoco y Gococó. Tal vez por eso me esforcé mucho en entender su clase, que era valiosísima. Los otros pintores, prestados del Prado, ya eran mis cuates también. Peregrinamos al Museo del Estanquillo para cambiar de tono y de ahí al Salón Luz. Cuando nos cansamos de cerveza y acera nuestra procesión se dirigió al Casino Español donde celebramos la Semana Santa con un tragadón y nuestro amigo Don Faustino I, que nunca nos falte.
También fui a la inauguración de la nueva museografía de la colección de ex-votos de mi vecina doña Frida Kahlo. Se los debe haber volado de varias iglesias. Qué tiempos. Quedaron muy bien, antes estaban en la pared de la escalera y no los alcanzaba uno a leer, además dieron un hambrigú bueno y unos buches.
Los cohetones de la santa semana se dejaron oir para susto mío y de todos mis animales, otra no aguanto.
Y unos días atrás vi a mi marido bucear. Nunca lo había visto más que en prácticas en alberca, porque me decía que si lo miraba hundirse haciendo glu-glu-glu y echando burbujas, mi instinto sería arrojarme tras él y sacarlo de los estos. Pero no, resulta que con toda tranquilidad me quedé en la lancha y nadé y todo sin angustiarme arrullada por las olas tropicales del marino mar. ¿Sería que no era una buceada normal sino que era una misión póstuma-amorosa?
Porque yo, que soy tan mona, soy una esposa ideal, que no se queja si el señor se va de pesca o de buceo. Claro que las cosas deben ser recíprocas y una no debe sentirse culpable si se va de libros o de chismeo. Las esposas ideales las pasamos canutas pero valemos la pena.
Me encontré en un canal de esos de nostalgia la película "Un millón de años antes de Cristo", de 1966, y llamé a mis hijos para que vieran a la Raquel Welch y se les vaya haciendo buen gusto. Una que es además buena madre, deveras.
Y más nostalgia tuve porque se reunieron en casa de mi madre su hermano y su primo. Qué lindo tener tíos y tías, aunque ya no le den a una su domingo. El hermano de mi mamá se ha ganado el título de tío favorito desde que nací.
Sabiduría de la quincena que incluye Pascua: si me dan huevos de pascua, por favor que sean estrellados con chilorio o con frijoles maneados. Ya de perdis con tocino.

lunes, 11 de abril de 2011

Spring cleaning

Pozi, la primavera llegó disfrazada de verano como suele hacer aquí; sube la temperatura a los máximos anuales entre el veinituno de marzo y la Semana Santa, y decae en cuanto caen las lluviecitas de abril y luego los aguaceros de mayo. Ya nos lo sabemos, pero hay que quejarse y chillar porque hace mucho calor y sobre todo ser agoreros y echarle la culpa al calentamiento global y a los fines del mundo que están más cerca cada vez. No es nada que el ponerse ropa ligera y tomar algo fresquito no alivie, digo yo que amo el calor. Las gringas siempre hacen su "spring cleaning". Como en mi experiencia no son ellas de limpiar muy seguido, aprovechan el pretexto para poner a toda la familia a sacar las bolas de polvo acumuladas bajo las camas y pasar la aspiradora por toda su casa. Creo que hasta barren y sacuden. Pues acá también aconteció algo similar: mi señor marido se dio a la tarea de arreglar su clóset. Vació la parte superior, esa donde deja uno cosas que no usa y que suelen estar ahí desde que se cambió uno a la casa y hasta la próxima mudanza. Sacó trajes que hacen feliz a mi ropavejero porque es chaparro pero gordo y subiéndole dos metros a los pantalones y mangas le quedan divinos los trajes de mi esposito; zapatos, cuchufletas descompuestas y cajitas de cartón. Dieguito, el más pequeño de mis hijos, hizo lo propio y desechó montón de CDs con tareas a saber de qué semestre; papeles, cuadernajos destripados, pedazos de juguetes que aún sobreviven, pinturitas secas, calcetines huérfanos y mil chácharas más. Dejó libre uno de sus libreros, completamente. Yo, que soy tan mona, ya había hecho algo así hacía un mes. Pero lo mío era con otra mentalidad. Si me muriera ahora mismo, o me abdujeran los marcianos y mis hijos quitaran mis cosas, ¿qué pensarían? ¿Qué babosa era mamá que guardaba los boletos de cuando fue a ver a Rod Stewart, a Paul McCartney, a Pink Floyd? ¿Creerían que era yo pirómana si hallan la coleción de carteritas de cerillos que hice alguna vez? No tengo nada que pudiese ser fuente de vergüenza, las únicas cartitas de amor que tengo son de su papá y ultimadamente lo criticarían a él por cursi (pero el amor es cursi, sobre todo cuando se es muy joven). Ningún documento que no quisiera que leyeran ni foto que no pudieran ver. Aún así, es demasiado el mugrero que guarda una y vaya, si tiro las medallas del volley ball, no por eso olvidaré que siempre ganaba; si me deshago de las boletas de calificaciones de la Universidad no anularé mi título; si tiro unos vasos morados aunque hayan sido de la tía Sinforosa, la de Cucamonga, no faltaré a su memoria. Mis recuerdos, mis cariños, la tía Sinforosa, están en mi mente, en mi corazón y en mi alma, que yo sí tengo y es gordita, no están en mis muebles ni en mi ropero. Y si un día perdiera la memoria, ¿para qué quiero acordeones que evoquen lo que de todas maneras no significaría nada? Incluso acabo de corroborar que ser ordenado es bueno, necesitaba los doce recibos de la hipoterca del 2010 y los saqué del folder donde los fui poniendo conforme llegaban, en el archivo correspondiente. Hoy, por cierto, mi marido no sabe dónde se ha dejado las llaves, cosas veredes. Sabiduría gratis: Cundo veas la bodega de tu vecino vaciar, pon la tuya a quemar. Nota del editor: no sé pa que carambas pongo encuesta si no la pelan, gracias.

martes, 29 de marzo de 2011

En el bar la vida es más sabrosa

Pues resulta que llegando de la playa se le ocurren a una muchos lugares comunes: "llegué con energías renovadas", "descansé mucho", "qué lindo el clima tropical" (Este último no para todos que hay personas, en mi propia casa, que odian el calor mientras que yo soy feliz con la menor cantidad de ropa posible). Estando tiradota a orillas del mar, ahora sí haciendo honor a mi mal ganada fama de que me la paso rascándome algo, y leyendo una novela sobre el último Rey de la Alhambra, venían a mi mente otras vacaciones en el mar, en diversos mares que una es muy variadita, y los compartía con mi hijazo en los ratos en que él no estaba jugando water-polo, volley-ball o simplemente chiroteando con sus congéneres en el agua. Nos acordábamos, él y yo, de cuando cada uno era pequeño: yo con mi padre en Mazatlán comiendo callo de hacha y ostiones, en Acapulco; él conmigo, cuando nos quemaron las aguamalas, cuando nos arrastraron las olas... Veía a las madres que estaban intentando relajarse cinco minutos y a sus pequeños chipotitos que las instaban a chillidos que los metieran al agua, que ya habían pasado muchas horas desde que comieron, que los llevaran a la playa, y yo, egoísta yo, más me solazaba pensando que mi retoñote sólo me decía voy al bar, voy allá voy acá, y yo le decía como José José: anda y ve. Y volvía yo, embadurrnada de bloqueador, a echarme en la tumbona con mi libro y mi cuba de Captain Morgan (un amiguete caribeño que tengo). Eso sí las tumbonas son asesinas para mi rabadilla, son incluso peores que veinte horas de carretera y casi tan malas como una mudanza. Necesito apoyo, aparte de moral, lumbar. Ya en el aeropuerto cualquier movimiento me dolía. Pero regresa una a los ejercicios normales (agacharse sacando ropa dela lavadora, uno, dos, uno dos; levantar cacas del césped, una, dos, tres, cuatro; estirarse a sacar un molde de la gaveta más alta de la cocina uno, dos), y el cuerpo vuelve a tomar sus acomodos, las vértebras recobran su sitio ayudadas por el diclofe-naco y ya está. Sólo me paraba a lo necesario que es echar una nadadita en el mar, comer y beber, y a un concurso de tiro con rifle que, desde luego, gané. La buena vida, pues. Y está el Melía este justo enfrente de una isla a la que fui en viaje de bodas, y que tiene una pequeña playita donde mi flamantísimo marido y yo, como buenos chamacos, nos separamos de toda la gente que se quedó en las palapas tragando y nos fuimos a jugar con los pececitos. Me di la peor quemada de sol de mi negra vida: una gota de agua me ardía como ácido del más fuerte (ese mismo). Aprendí a usar productos protectores y me salieron cien pacas más ese día. Cosas de inexperiencias y juventudes. Ahora a trabajar. Contenta y no por haberme escapado, sino porque siempre trabajo contenta, así de mona soy. Sabiduría gratis: La dieta siempre comienza el lunes, no molestar el fin de semana.

lunes, 14 de marzo de 2011

Moradito claro

Pozi. Heme aquí en esta ciudad que se ha vestido de morado antes de semana santa. Claro que es un morado claro bellísimo de las miles de jacarandas que se dedican como locas a florecer este mes y que dejan el piso como alfombra nueva. Preciosa mi ciudad, me dije hace unos días cuando venía de cenar con mi maridazo y al entrar a la calle más bonita de mi pueblo cruzando por encima de un puente colonial, vi un muchacho muy jovencito, casi niño, metiéndose bajo el puente a dormir. Entonces ya no me pareció tan linda la ciudad ni la calle ni nada, pero no le dije nada el señor que venía muy contento para no amargarle el rato.
Ya el domingo nos fuimos temprano a la central de abastos de mariscos, en mala fecha porque ya es cuaresma y había mucha gente comprando pero adquirimos a buen precio almejas, camarones de varios tamaños, jaibas, pulpo, manitas de cangrejo, ostras y ancas de rana. Es que la congeladora ya estaba muy triste, y es que conviene porque se surte una para varios meses y aunque gaste de golpe un dinero, ahorra porque va una sacando en lugar de comprar caro por acá.
Para medio dia mijo el Manolete puso uno como chiringuito en el jardín y nos atendió cual reyes; todo fue zampar y cantar hasta que dio la hora de irnos a los toros. Malos toros y buenas toreras, les exprimieron las tandas como se pudo.
Trabajo y trabajo, que no me molesta y en mis ratos libres he pintado las paredes de la cocina de un color vainilla muy mono. Será que mi trabajo es sedentario y entonces la labor física viene a ser un alivio para mí: enderezo las vértebras y muevo las piernas. Dejé un taller muy amado pero espero que me valga; cuando se junta demasiado por hacer necesita una los tiempitos para otras cosas o se nos cae la casa encima de tanta mugre y nos ataca la histeria de ver las cosas inconclusas y los hijos famélicos o el marido con la camisa arrugada como si fuera solterón. Ahora hay que sacar tiempo para escribir.
Accidente chiclero: Se me pegó un chicle que algún majadero dejó mascado en el asiento en la Plaza. Está adherido a mi linda falda (larga por aquello de que no me gusta que a los toros te pongas la minifarda). Solicito recetas y trucos para quitarlo por favor. Ponerlos en comentarios, serán muy agradecidos.
Sabiduría quinenal (baratita por ser para usté): Mascar chicle es malo para los dientes por más que inventen marcas que blanquean (tienen abrasivos malos para el esmalte), que quitan el mal aliento (mejor algo de higiene). Sigue siendo modelo de vulgaridad una mujer masticando cual rumiante y ya se ven los perjuicios que causa. He dicho. Y el próximo post será con aroma a coco y con piel bronceada desde el bello Pacífico Mexicano.

sábado, 26 de febrero de 2011

¡Ay dolor ya me volviste a dar!

¡Ay dolor ya me volviste a dar! (Expresión vernácula que se grita entre las canciones rancheras cuando el mariachi canta y que yo uso cuando algo me duele, adornándola con algunas palabrotas que salen de mi alma por medio de mi adolorido cuerpo)
Por eso ya sé cuáles van a a ser mis últimas palabras y no será necesario que las recoja alguno de mis biógrafos que de por sí tanto sufren tratando de contar mis peripecias; será una peladísima expresión que aflora a mis labios cuando me veo en un peligro inminente, un susto, un terremoto, un casi-choque automovilístico, o un dolor físico muy fuerte y no manejable con pujidos y lágrimas, o una mala noticia. Ahora la he estado usando por un retorzón que me da sin explicación digestiva y/o intestinal: sólo me retuerzo y me agarro el abdomen mientras sudo frío y miento madres haciéndome cruces porque no tiene razón aparente (de las que aparecen en el excusado, pues).
Y como a mí, que desde que me dio la pubertosidad nadie me comprende, hasta me regañan y en lugar de ofrecerme si no cura sí consuelo, salgo raspada. Ni modo, que diría el chino. Ya estaría de dios, que diría mi abuelita. Pero a constante nadie me gana, no señor, ni a reciclar desde una botella de plástico hasta un corazón abollado, sentimientos y estados de ánimo. Todo es reciclable en mi mundo y me reciclo yo misma a cada rato, que para eso se inventaron las personalidades múltiples. He dicho.
Así que, a otra cosa mariposa: Hoy sábado estaré contenta y ya está. Que se lo piquen los sentimientos mal reciclados.
Sabiduría gratis: Lo que consideramos triste tal vez no lo sea, tal vez sea que lo queremos ver desde la felicidad y la felicidad no es un buen punto de vista.
Y no sé si decirles las que serán mis últimas palabras, se vayan a espantar de que de esta boquita llena de sabiduría salgan maldiciones tan horrorosas.

domingo, 13 de febrero de 2011

Pozi.
La vida es como esos chorizos que están amarrados a tramos, separando cada trozo aunque el chorizo sea, en realidad, uno solo.
Y el trozo de estas semanas trajo trabajo de parte de una editorial médica española que paga bien (a los que trabajamos bien, quiero imaginarme); trajo también un santo tilichero, que diría mi abuelita, de la casa de mi suegro: barcos -a escala, vayan a creer-, radios antiguos de los de bulbos y viejos de los de pilas; gran cantidad de cajitas hechas unas y decoradas otras por sus incríblemente hábiles manazas; herramientas y fierritos y fierrotes surtidos en muchos colores. Fui de ayudanta general o sea peona con mi marido a la casa de su padre hasta Veracruz donde nos reciberon amorosamente los recuerdos y un sobrino con su novia. El clima no, porque allá ya se sabe que el clima es una mierda: hacía un aire del cocol que nos aventaba olas sobre el coche al pasar por el malecón. Mi trabajo fue sacar bolsas se basura, así me hacía medio taruga para no involucrarme con objetos personales que sentí debía respetar, aunque las cosas son sólo eso: cosas......
Por la noche cuando salimos a tomar un café al centro arriesgué mi vida cruzando las calles porque el aironazo me aventaba todo el pelo a la cara tapándome los ojos, así que las crucé a ciegas. Eso sí, había dánzón en esa plaza tan peculiar que no es ni habanera ni canaria ni mexicana aunque tiene influencia de las tres cosas. Había mariachis para contratar, unos mariachis con trajes como de a mentiras, como de mariachi de Texas, de colores y telas que no. Una que va mucho a Guadalajara, pues'n.
Y el martes que viene es día de San Valentín, ¡válgame! las fechas comerciales no son lo mío y esta se me hace como para noviecitos adolescentes, pero en fin, felicidades a los que disfrutan el día engordando a los floricultores, chocolateros y restaurenteros, y lo digo para que no me digan que soy una amargada.
Sabiduría gratis: Amen, amen, amen. (No dice amén amén amén) Qué tal que mañana no estamos para amarnos... ¿eh?

jueves, 27 de enero de 2011

Más cuesta; cuesta más

Trepando la cuesta de enero como decía aquella defensa de un camión que vi en la carretera: "ahi voy subiendo de a poquianchis", me encuentro sobrecargada de gastos tarugos y listos, de los dos. O de los tres o cuatro, porque los hay de varios tipos:
Gastos a producto de gallina, o sea de a fuerzas: inscripción semestral de la uni, predial que da tanta rabia pagar, seguro de camioneta, tenencia de la misma...
Gastos que se hacen todos los meses o bimestres pero que en enero suman: luz, agua, gas, hipoteca, teléfono, mecatevisión, tarjetas de crédito que este mes están más gordas que un tabique de adobe rústico por las vacaciones y los imprevistos hospitalarios.
Gastos tarugos: descomposturas que hubo/hay que arreglar: grifería de la cocina, algún amplificador, vueltas a Veracruz.
Gastos de defensa de la avicultura, es decir, por mis huevos (válgame la abarrotera expresión): herrería para la pulquería. En lugar de cambiar mi camioneta que por la defensa de la avicultua del Jefe del DF, Marcelita Ebrard, no circulará un día a la semana el año que entra, tal vez compre un carrito de bolsillo. Es más económico mantener mi camioneta viejita y el micromachine nuevo que una camioneta nueva, y tendré dos vehículos a disposición de la familia.
Pongo a trabajar mi entrenamiento de las Guías en cuanto a trepamiento de cuestas y cerros se refiere, y palabra scout que ni las cuestas suizas ni los cerros mexicanos me costaban tanto, debe ser cosa de la edad o tal vez necesite mi piolet y mis cuerdas, que son de esas cosas que el viento se llevó cuando me casé y me tiraron un montón de cosas (libros incluidos, no hay que ser...).
También me pongo, al fin, a trabajar para empezar el año laboral (ya era tiempo). Pongámonos todos, que si no, nos vamos a aburrir y el aburrimiento es padre de muchas tarugadas.
Sabiduría gratis: No hay mal que por bien no venga (para consuelo de muchos).

miércoles, 12 de enero de 2011

Batalla del arranque de año

Pues así es esto de las gelatinas,: lento, más lento que de costumbre, enero se va abriendo camino y el nuevo año se ha tomado posesión de todo. Sólo los muy bolsones y lentos no han quitado los foquitos, monigotes y toda la parafenalia navideña. Yo retiré lo poco que puse en un santiamén desde el día 4, porque los Reyes no visitan esta casa, sin embago, tuve que ejercer reales labores al amanecer del día de marras porque hallé tremendo zapatón colocado con ilusión en la puerta del cuarto de Diego, el más pequeño de mis hijos. Ya estaba yo pensando que era un guarro que deja todo tirado, cuando caí en cuenta y le puse una caja de bombones de chocolate con avellana, de esas cosas que quedan de la provisión de regalitos que una, que es tan previsora, tenía listos.
Cuando era chica no sé cómo hacía para seguir creyendo, si a mí me traía los juguetes Santa Claus; a mis primos los Ibarra el Niño Dios y a algunos del colegio los Reyes Magos. Era para confundir a cualquiera. Pero a esas edades todo es nuevo, hasta la fe, y no se ha desgastado aún. Ahora cuesta más creer y esto aplica para todos los campos en que se necesite hacerlo.
Pero creeré. Me niego a ser una escéptica porque casi siempre eso va de la mano con ser amargada. Creeré en que este año que va arrancando a fuerzas, como los motores de los coches de mi infancia a los que había que calentar mientras pedorreaban e iban carburando, será bueno. Aún no me llaman para trabajo; todavía no comienza clases el único estudiante que queda en casa; no han empezado los talleres y yo me muevo como esos pistones, de a poco, resucitando, y aprovecho para hacer las cosas que después no podré hacer, de lo que me quejaré seguramente pero con conocimiento de causa, sabiendo que me quejo por vicio y no porque las cosas estén realmente mal.
Y la cuesta de nuevo, esa cuesta que vaya si cuesta, con seguros por renovar, impuestos por pagar, vacaciones por cubrir en las tarjetas, inscripción de la universidad... y no sigo por temor a amargarnos, que ya quedamos que eso nomás no.
Y mi esfuerzo todo vuelto apoyo, y mi esperanza algo fría pero viva.
Y mis "tropózitos" del nuevo año; y mis despropósitos del pasado que se quedan donde sucedieron.
Y yo, que aquí sigo pa lo que gusten mandar.

martes, 4 de enero de 2011

"No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada. "

La muerte es un lugar común lleno de más lugares comunes. Pero no por eso deja de ser una experiencia única para cada ser humano; cada muerte que sufrimos es distinta en nuestro pequeño mundo y en nuestro diminuto pedacito del universo.
Llega ella con su manto negro, negro como la noche en la que tanto miedo nos da encontrarla disimulada en la oscuridad, y se lleva de tajo a los que amamos, a los que necesitamos y a los que, desde ese momento, extrañamos. También se lleva a los que nada nos importan, a los que desconocemos, y hasta a los que odiamos pero cuando nos roza maldecimos a su contraria, la vida, por lo que de muerte tiene. Maldecimos y nos enojamos, y nos preguntamos por qué no se lleva mejor a los que consideramos malos, inútiles o innecesarios.
Y nos dolemos y lloramos por la ausencia, por el dolor y por el amor. Y entendemos cómo puede ser torpe un consuelo y desesperado un abrazo ahora que lo damos, como lo fueron ayer que lo recibimos.
Y las lágrimas ruedan por todo a la vez, porque nos hará falta, porque nos hizo falta ya. Por la pena del amado, por la carencia.
Y es ineludible, la muerte, a casi todos nos toca despedir a nuestros padres y no por eso lo aceptamos ni lo asimilamos con facilidad.
Y el tiempo que dicen que cura todo y no cura nada, sólo va convirtiendo la ausencia en una presencia y un no estar en un estar.
Sólo trastoca en lejanía un dolor y en cicatriz una herida.
Pero las cicatrices se ven, existen y quedan para siempre.