Siempre

Siempre

lunes, 30 de agosto de 2010

Sprint

Las mañanas se antojan primaverales, con flores y el pasto mojado; los mediodías veraniegos porque sube la temperatura; las tardes otoñales porque el viento es muy fresco y llueve sobe hojas caídas, y las noches, algunas, se han presentado frías casi casi navideñas. Este muestrario diario de climas es divertido aunque tiene sus problemas si dependemos de sus caprichitos. Es un saca perico mete perico vuelve a sacar que pa qué les cuento.
Es que pasado mañana comienza septiembre y con ello la carrera del final del año, el sprint anual como quien dice. Los muchachos ya en la escuela, comenzar, si una es organizada, a planear las festividades, a saber:
Ir a Morelia a principios del mes (palomita).
Ir a Puebla a una carrera de coches (palomita), lo cual es muy relativo porque si se creen que me iré al autódromo en lugar de ir a ver cómo quedó el Museo Bello y a comer chiles en nogada, van que chutan. Pero acompaño, cómo no, voy de chilebolita como siempre.
El 15 de septiembre, que este año no es cualquiera sino que es el superhiperarchimentadísimo bicentenario. Todo ha adoptado ese nombre: calles, puentes, fuentes, libros, programas, revistas. Creo que ya sacaron el brasier bicentenario, de la marca Chichén Itzbrá, que es de fibra de henequén planchado y que viene solamente en tallas grandes. O me uno al reventón o me meto al sótano huyendo del desmadre que armarán en este mi pueblo. Me lo estoy pensando porque no tengo sótano.
El octagésimo cumpleaños de mi santa madrecita, que se anuncia con bombo y platillo para diciembre. Ya estudio los menús porque los invitados (sorpresa para ella) son de su rodada y no hay que abusar de sus delicadas digestiones.
Los regaletes navideños, para los cuales hay que ir apartando parte del estipendio o ir echando ojo en las tiendas y tiraderos locales con la mente abierta por si descubrimos esa cosa rara que le gustará tanto al hermano, al esposito, al nene. Esto de ser Santaclós no deja, dicho está.
La salida de vacaciones, que este año nos toca Navidad aquí y paseo para el año nuevo, al contrario del año pasado. Si deja uno todo para el último no encuentra hotel ni con veladora.
Pero primero, primero y antes que nada, vivir, que no tenemos la vida comprada ni alquilada, mucho menos garantizada. Si acaso la tenemos homogeneizada y pasteurizada, y más en este país tan raro. Yo la voy blindando contra abusos, encajes y molestias innecesarias aplicando el simple uso de la palabra monosilábica "no". Claro que se puede suavizar con el buffer "gracias", para que quede muy monamente: "no, gracias", con una sonrisa; o con el utilísimo "puedo", "no puedo", así, sin inventar pretextos. Ya para ser más fuertes, porque se necesita valor, usamos el "no quiero", a riesgo, claro, de herir sentimientos: "no quiero ir a tu desayuno (comida, fiesta, reunión, exposición) y nos ahorramos el tener que inventar unos novelones del tipo "es que juuuuuustoooo ese día se casa mi prima Sinforosa la de Cucamonga".
Sabiduría gratis: Con tantas películas por ver, libros por leer, lugares a los que ir, pongámonos en acción o se nos acaba el tiempo; aunque digan que hay más tiempo que vida hay que hacer las cosas en nuestro tiempo de vida, que después nadie sabe nadie supo. Usemos el no, sí sirve, para sacudirnos quitatiempos.

Nos vemos antes del bicentenario, si sobrevivimos.

lunes, 16 de agosto de 2010

San Cayetano

El día siete fue de San Cayetano.
Ese día, en 1900, nació mi abuelito. Y no lo llamo abuelito porque era chaparrito, sino por cariñosidad. Él decía que era el día de San Alberto, que así se llamaba, y tal vez sí, con eso de que un buen día decidieron acomodar los santos, reasignarles fechas y eliminar a algunos con el pretexto de que no tenían suficientes méritos y haciendo caso omiso de la tradición que ya les tenía sus fiestas preparadas con misas, desfiles, bailongos y cohetones. La cosa es que mi abuelito hubiese cumplido 110 años. ¡110 años! Si es que si nos ponemos a pensar, cosa que hay que hacer de repente (consej0 gratis), convivimos con personas de siglos anteriores (mi otro abuelo era de 1897 y mi bisabuelo y bisabuela, que me duraron más que mi abuelito, de los 1870's y 80's).
La cosa es que me acordé de mi abuelito y todos los recuerdos son lindos hermosos (no era yucateco, aclaro): me dejaba recortar con tijeras, cosa que nadie me permitía, y me enseñó a mis cuatro añitos a hacer tiras de monigotitos agarrados de la mano; me compró la caja más grande de crayolas del día que mi abuelita, su esposa, me tiró las mías porque pintarrajeé la pared de la azotea con carritos y carreteritas de colores. No comprendían mis afanes artísticos, no sé cómo sobrevivieron en mí las ganas de pintar.
Es que los abuelos son una riqueza enorme. Nos comunican con otras épocas, con lo que realmente son nuestros orígenes. Mis hijos tuvieron la dicha de gozar del amor más incondicional que jamás tendrán: el de su bisabuela, mi abuelita Titita, que les permitía hacer lo que les viniera en gana y que les premiaba de igual manera las buenas acciones que las maldades. De abuelos se vieron algo escasos, porque mi papá se les murió todito cuando tenían ocho y uno y medio años, y del lado paterno la relación se ha visto impedida por cosas de las telenovelas de la vida. Una pena. Yo disfruté a mi abuelito chulo muy poco, también se me murió cuando yo tenía cinco años, y al otro casi no lo traté.
Esta semana tengo la distracción, y digo distracción porque esas tarugadas distraen de las cosas importantes, de cosas de casa: hoy tengo a dos hombres trepados en el arbolazo cortando las ramas que ensombrecen tanto el jardín haciéndole parecer cementerio. Me encantan los cementerios, aclaro, pero los frutales, que son más chaparros necesitan algo de sol. Tengo que traer hoy quién repare el excusado del baño de los muchachos que claro, con lo que trabaja el pobre, ya tronó RIP. No consigo quien, que san Inodoro me ampare. Debo comprar pintura para la barda de la calle y la verja previo cónclave para elección de color y que nadie me diga que qué color más charrote elegí o que no les gustó. Una vez adquirida la pintura agarrar a todos un sábado al grito de "nadie sale de aquí hasta que esté pintadito todo".
Y mientras, la vida sigue y no hay que quedarnos atrás.

lunes, 2 de agosto de 2010

Agosto o angosto

Agosto.
La segunda parte del verano incluye, como todas las épocas, sus particulares quehaceres, de los llamados estacionales. Es un mes angosto porque se anda acabando el verano y eso nos cae mal y lo hace sentir corto. Yo estoy haciendo encontramiento de amigas, que luce mucho.
Para la primera seguí el camino amiga de los scouts-su tía-hermana de mi amiga de las guías de la prehistoria-mi amiga buscada-otra amiga de la misma patrulla de pilón.
Lo bonito es que tras de años de no vernos, hijos crecidos, trabajos multiplicados y cambios de carrera, se siente como si nos hubiéramos dejado de frecuentar sólo algunos meses; como si el último campamento hubiera sido el año pasado.
Y se sigue una asombrando a sí misma, azorando ante las contradicciones propias que parecen nuevas cada vez. ¿Por qué quiero algo y cuando lo tengo resulta que prefería lo contrario? Es que esto de la adolescencia me es muy raro, por más que llevo décadas instalada en ella, menos mal sin el achaque del acné que es muy latoso y que nunca me dio. A ver si algún día pasa, junto con mi obsesión por la muerte de la cual me he estado dando cuenta, es un tema recurrente en mí. Tal vez hasta influyó en la especialidad que hice.
Y nos cayó una granizada de padre y señor nuestro que azotó las plantas, dejó a la higuera cacariza, al limón le tiró algunos limones verdes, mucha hoja y algo de flor. Es que es especial mi limón, los que he visto dan una vez al año y este da dos: de enero a marzo da muchísmos frutos amarillos y jugosísimos, mientras que ya está echando flor que para agosto y septiembre es la segunda tanda del año. Por vitamina C no paramos. Al rosal le apachaguó las rosas en botón, que estan abriendo algo choridas, como negras de las orillas, como si las pedradas de hielo les hubieran dejado moretones a las pobres. Los que no tuvieron daño fueron los tomates, menos mal porque me gustan mucho, ni los pimientos, que apenas están echando sus mini bolitas. Debe ser porque están pegados a las paredes, que de alguna manera los protegieron.
Y acá sigo, en mi casa de barro y chuchos, pintando, escribiendo y cocinando en mis ratos de no trabajo, para no aburrirme ni entumirme del cerebro.
Sabiduría de la quincena. Ahorrar es bueno, porque se consiguen metas y se tiene un cochón en el que azotar en caso de emergencia, pero hay que darse un gustito de cuando en cuando.
Buena noticia: vi que se puede acusar a alguien por maltrato o abandono de animales domésticos ante un juez civil, hay multa en dinero y hasta no sé que tiempo de cárcel.
Otra: Al fin no ha llovido en dos días. El sol esta secando el verdín de las aceras para que no se resbalen las viejitas.
Desde Navolato vengo.